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María Calcaño y Graciela Rincón Calcaño: las poetas inmortales del Zulia por Orlando Oberto Urbina

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María Calcaño y Graciela Rincón Calcaño: las poetas inmortales del Zulia por Orlando Oberto Urbina


bajarigua@gmail.com

 

Dos escritoras multifacéticas: una de ellas diplomática, narradora, articulista, poeta y activista feminista zuliana; una extraordinaria luchadora por los derechos de la mujer en los años 30 y 40, además de ser conocida como “La poetisa de la Virgen”: Graciela Rincón Calcaño (1904-1987). La otra, extraordinaria poeta zuliana recuperada en los últimos años por escritores como Cósimo Mandrillo. Se casó a los 14 años de edad con Juan Roncajolo, con el cual tuvo seis hijos ya al cumplir los 27 años; y luego se casó con Héctor Araujo Ortega, y crió a un sobrino de éste. Nos referimos a María Calcaño (1906-1956).

Dos venezolanas excepcionales; muchos críticos literarios las catalogan como pioneras de la poesía moderna a través de la libertad y el goce de la expresión.

La vida y obra de Graciela Rincón Calcaño transcurrió a principios del siglo XX. A esta bella mujer se le conoció como “La poetisa de la Virgen”. Escribió su primer texto a la edad de los ocho años, que llevaría por título “La violeta”. En 1942, ganó el concurso “Un himno para la Virgen de la Chiquinquirá”, promovido por el ejecutivo regional del Zulia y la Municipalidad de Maracaibo. La música de este himno nativista a la Chinita, “Gloria a ti, casta señora” le pertenece al Maestro Adolfo D’ Pool. En 1945 fue agregada cultural de la embajada de Venezuela en Cuba y Haití, y se residenció por varios años en República Dominicana y España.

Agustín Arteaga nos refiere que por un tiempo va a usar el seudónimo de Eglé Mediavilla. Además, fue una incansable luchadora por los derechos de la mujer en esos tiempos tormentosos en que una mujer estaba en boca de quienes deseaban conocerla por su sensibilidad social y artística, llena de gran expresión estética.

Autóctona Virgen
De rostro bronceado,
Mi lago encantado
Te exorna los pies
Con rizos y ondas
De armónico halago
Y reina del lago
Te digan doquier

Bruñeron tus sienes
Con lirios plasmadas
Ígneas llamaradas
De eterno brillar,
Por eso mi tierra
Que el trópico inflama
Del sol te proclama
La reina inmortal.

La entraña fecunda
Del suelo nativo
Por ti fluye un vivo
Tesoro sin fin,
Ribera y llano
Lagunas y sierra,
Reina de mi tierra
Te llamen a ti.

Y porque mi casta
Florezca en virtudes
Tus excelsitudes
Proclame la grey,
Reina de mi tribu
Llamándote encanto
La dicha o el llanto
Nos colmen. Amén.

Por su parte, María Calcaño no se integró a ningún grupo literario de su época, pero coincidió con los integrantes del grupo poético zuliano “Seremos”, en el que conoció a su segundo esposo.

Su nombre de bautismo era María José Francisca del Carmen Calcaño Ortega, hija de Camilo Calcaño y su madre era  María Francisca Ortega. Eran parientes del músico José  Antonio Calcaño, y de Graciela Rincón Calcaño, pionera en la lucha por los derechos de las mujeres, y por su derecho al voto. Es muy importante conocer que esta escritora fue gran amiga de la poeta y luchadora revolucionaria Olga Luzardo, otra mujer Zuliana sometida al olvido; también era amiga de Jacinto Fombona Pachano y de Rafael Pocaterra, así como del ilustre hombre de letras y de gran verbo poético, Andrés Eloy Blanco. Nació en la Ciudad de Maracaibo el 12 de diciembre de 1906, y falleció en Caracas en 1956 a causa de un cáncer pulmonar.

Esta mujer es toda una poetisa; pero, sobre todo en su época, se presentó con el absoluto atrevimiento de escribir poemas sobre el amor, el erotismo, y sobre temas feministas. Mientras la ciudad de Maracaibo se santiguaba y silenciaba a la poeta María Calcaño, el gran poeta Andrés Eloy Blanco se impresionaba con su libro “Alas fatales”, y le escribió, a manera de elogio: “se abre el libro, y se enciende como yesquero. Se cierra, se apaga, pero queda uno chamuscado. Todos los poemas me gustan. Todos. Es usted terriblemente poeta (…) es una gran poeta y admirable y tierno corazón del diablo. Y que hace arder las manos…”. Con una escritura que le va a dar reconocimiento después de su muerte, se hizo esencialmente atrevida en las letras venezolanas a principios del siglo XX ante una sociedad conservadora y llena de prejuicios sobre el arte.

La obra de María Calcaño se da a conocer a través de Cósimo Mandrillo en los años ochenta, cuando publicó en memoria de ella su obra completa, en la que se manifiesta el eros en una forma sencilla y directa que marcó el deseo de una apasionada mujer en todo su esplendor. Sus textos podrían decirse que son subversivos, ya que en esa época era arduo para una autora enfrentarse a la moral, y a Calcaño se le considera por ser la primera mujer que introdujo el modernismo en las letras venezolanas.

Desde ese lugar de las letras, María Calcaño va a insurgir para contar y cantar a lo femenino en todas sus dimensiones. Sobre su obra, Lilia Boscán de Lombardi refiere que en su obra hay “versos de amor y de pasión de la amante que siente la fuerza de la vida; son versos de ternura iluminada por el brillo de ser madre, son versos de tormentosa lucidez por el paso del tiempo”.

Calcaño silba sobre esos imperios de cuerpos y locuras, guardando todo lo bello y lo profano:

Había olvidado las muñecas

Por venirme con él.

 De puntillas

Conteniendo el aliento

Me alejé de mis niñas de trapo

Por no despertarlas…

Es una estampa de aquella niña que con catorce años se enamora y va a sentir el relámpago del Catatumbo en el corazón, cuando expresa que dejó sus muñecas por el llanto de su amor, atravesando ese río de fuego que es el amor temprano; como de ese primer espanto de la niña con la luna.

Mi falda se arremolina,

Se levanta como un barco;

Haciendo señales

De alegría en la noche.

Mientras sigo llorando…

Alzando los brazos tanto,

 que desaparecen los senos

en el viento.

Son osados sus versos, y llenos de una fuerza que va a ser un relámpago en medio de la tormenta que desata una sociedad que se opone a esas maravillosas líneas que van marcando el rumbo de una lírica que embriaga todo ese acontecimiento literario producido por María Calcaño, la poetisa que dejó en sus obras el destilado sabor de la poesía erótica del ser humano.

Desde su juventud se tuvo que enfrentar a una vida muy dura, ya que a los 14 años se vio obligada abandonar la escuela primaria para contraer matrimonio. Estudió de forma autodidacta, y publicó tres libros: Alas Fatales (1935), Canciones que oyeron mis últimas muñecas (1956), y Entre la luna y los hombres (1961). En 1996 se logró publicar sus obras completas. Luego, en el año 2008, Monte Ávila Editores las reeditó e incluyó dos libros más: Anotaciones (1940), y La hermética maravillada (1938). Su poesía, de tono erótico y confesional, estuvo olvidada e ignorada durante mucho tiempo.

¡La vida
es este montón de tierra fértil!

El hombre
y yo
somos la quimera.

Dios
en su grave verdad.

Y sobre nosotros
como una maldición
esta sombra monstruosa…

Esa poesía es una prosapia de elementos llenos de vida, de pasión que van llenando su lago de gallardía de materia de vida y con esa incertidumbre de amor que no fallan. Esa era la poetisa que atrevidamente se arrojó al amor llena de ardores. 

Nuestras poetas deberían ser más estudiadas por los jóvenes en nuestros liceos.  Vemos con mucho pesar el olvido de nuestros hombres y mujeres que han quedado en el silencio del tiempo y cuyas obras se desconocen, así como sus hechos, y toda esa riqueza intelectual que produjeron para la humanidad. 





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