Mérida, Diciembre Viernes 06, 2024, 04:37 am
RUBÉN DARÍO VILLAFRAZ
@rubenvillafraz
Ha sido una actuación que le vio
gran parte del planeta taurino. Para ello contaría con un público torista pero
generoso como lo es el de la pequeña localidad vasca de Azpeitia, en el marco
de su tradicional Feria de su santo patrón como lo es San Ignacio. Una corrida
“en puntas” que al solo comenzar ya dijo lo que traía por dentro con la espeluznante
cornada que le propinó el que abrió plaza al banderillero Cándido Ruiz, al
intentar clavar el primer par de rehiletes, resultando con dos heridas de 50 y
20 cms. en ingle y vientre, una de ellas el cual penetró hasta la axila. Sedado
en la enfermería de la plaza fue traslado a la cercana ciudad capital de San
Sebastián para ser intervenido. De esas corridas que ponen emoción y mucho mérito
a todo lo que se le hace de por sí…
Hacemos repaso a la sabrosa
crónica que nos ofrece nuestro buen amigo y gran cronista taurino, el maestro
Ignacio Álvarez Vara “Barquerito”, de la agencia de noticias COLPISA, donde
desgrana lo que fue la corrida que tuvimos la ocasión de observar en detalle: “El
segundo de corrida llevaba el mismo nombre de un toro que fue premio de San
Isidro a finales de los 80: «Cumplidor». No eran las mismas hechuras, pero los
nombres no son casuales en las ganaderías largas y con pasado, como es la de
Murteira. Salida a cañón, le arrancó a Jesús Enrique Colombo el capote de las
manos en el saludo, un pésimo puyazo trasero del que se rebotó el toro, un
quite de Colombo por navarras y un tercio de banderillas, Colombo en su salsa.
pedregoso y aparatoso. Del tercer par salió el torero venezolano perseguido y
forzado a saltar al callejón. Venido arriba, entero, el toro tuvo trato por la
mano izquierda, pero la pelea de Colombo, en busca del cuerpo a cuerpo, fue por
la otra. Sin gobierno, el toro echaba la cara arriba. Una estocada desprendida
bastó. Colombo se había ganado para entonces la complicidad de paganos y
gentiles. Una electricidad contagiosa. La teatralidad justa porque el toro no
estaba para bromas. Cundió la petición de oreja”.
Es el mismo “Barquerito” quien
nos ilustra lo que sucedió en el segundo del lote de Jesús Enrique, quinto de
la emocionante tarde de toros: “Colombo hizo casi de todo y por su orden
con el gran quinto: recibirlo y pararlo con asiento, quitar por los vistoso
lances de El Zapopán, banderillear de poder a poder, reunirse a la carrera y
clavar certero y trasero, torear templado y despacio en un inicio de faena
prometedor, apostar enseguida por las formas de las llamadas faenas de sol,
cargadas de concesiones, pasadas de velocidad, salpicadas de pausas y gestos, y
rematada, eso sí, de un sopapo incontestable. Una oreja, casi dos”.
Interesante es el relato del
mismo festejo de del destacado cronista vallecaucano Jorge Arturo Díaz Reyes,
donde deja en claro varias “prendas”: “En una tarde que tuvo un nombre: Jesús
Enrique Colombo, el venezolano llenó los tres tercios de sus dos lidias, con
valor, colorido, alegría, toreo y los firmó con dos estocadas letales. Arriba,
otro nombre más queda en renglón inferior, el de doña Hegoa Arzabal,
presidenta, quien, manejada por su incierto asesor, le birló las segundas
orejas del segundo y del quinto, negándole así dos veces la salida en hombros.
Y pensar que ayer por solo dos tandas de trámite y una estocada defectuosa a un
pastueño terminal, las arrojaron expeditas. Bueno allá ellos. Abajo, en el
ruedo fue otra cosa. “Vinagre”, número 65 de 530 kilos, el más noble, siguió
las cinco verónicas y media humillado y franco. Luego las cuatro chicuelinas al
paso y la revolera que le pusieron en suerte con precisión matemática. Tras la
buena vara de Israel de Pedro, un quite por zapopinas y serpentina puso en
hervor la pletórica plaza. Tres pares (no en una moneda) pero sí de arrobadora
ejecución, el tercero con el sombrero de un chico en la otra mano del violín.
Brindis a los jóvenes, muchos en sol, “ustedes son la vida de la fiesta”. Jolgorio,
pacto de sangre. Y la faena iniciada por bajo con poder y prestancia, se hizo
desmayada, lenta ligada, redonda, larga en las primeras tres tandas derechas,
de cinco muletazos cada una con sus respectivos broches, músicos y aforo a toda
máquina. Naturales y un pase de pecho circular justificaron el desplante de
rodillas cara cara. A todo eso contribuyó la embestida suave, acompasada y de
tranco más, del buen murteira. Qué… ¡Malhaya! se desfondó al final. Pero a
volapié valiente la toledana toda hasta los gavilanes permitió una muerte
resistida de bravo. Se armó de nuevo la marimorena por las dos orejas. No
dieron sino una, le pidieron dos vueltas al ruedo en desagravio, ovacionaron el
arrastre y abroncaron a los autores del repetido raponazo, que sonreían como si
no fuera con ellos. Jesús salió a pie pues no tuvo dos orejas de un solo toro”.
Sigue su crónica el estimado médico
cirujano caleño lo visto a través de la pantalla: “Con el segundo, que dejó sin
picar y algo áspero, quitó por vistosas navarras y larga, prendió una
escandalera con las banderillas pese a que el primer par fue solo medio, y
emocionó tragando a pie firme, La estocada de gran ejecución cayó delantera y
fulminó, Ahí ya se armó la primera escaramuza entre los de abajo y la parejita de
arriba, también por la segunda oreja no concedida que tuvo su segundo
escandaloso round en el quinto… Con toros como estos y toreros como Colombo la
fiesta tiene para largo”.
Una corrida que tuvo de balance
general artístico para los toreros el siguiente resultado: David de Miranda (ovación
y silencio), Jesús Enrique Colombo (una oreja en cada toro) y Ángel Téllez (silencio
tras un aviso y silencio).
José David Cadavid silenciado en Tudela
En sustitución de compañeros que
por diferencias con la empresa de turno, a última hora declinaron de hacer el
paseíllo, este pasado domingo actuaría en suelo navarro, específicamente en la
ciudad de Tudela, el diestro tachirense José David Cadavid, quien junto a sus
compañeros de cartel Joselillo y El Adoureño se las vieron con un serio y
espero encierro veragueño del hierro de don Tomás Prieto de la Cal.
Poco público en los tendidos del
coso para ver dicho cartel, cuyo saldo artístico fue el siguiente: Joselillo,
oreja y dos orejas; El Adoureño, silencio y silencio y José David Cadavid,
silencio y silencio.