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Este pasado lunes ante las cámaras de One Toro TV

Actuación redonda de “Colombo” ante seria corrida lusitana de Murteira Grave

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Guste sus maneras o no, Jesús Enrique “Colombo” se abre paso tarde a tarde en los difíciles ruedos de España y Francia. Foto: Pнιlιppe Gιl Mιr


RUBÉN DARÍO VILLAFRAZ

@rubenvillafraz

 

Ha sido una actuación que le vio gran parte del planeta taurino. Para ello contaría con un público torista pero generoso como lo es el de la pequeña localidad vasca de Azpeitia, en el marco de su tradicional Feria de su santo patrón como lo es San Ignacio. Una corrida “en puntas” que al solo comenzar ya dijo lo que traía por dentro con la espeluznante cornada que le propinó el que abrió plaza al banderillero Cándido Ruiz, al intentar clavar el primer par de rehiletes, resultando con dos heridas de 50 y 20 cms. en ingle y vientre, una de ellas el cual penetró hasta la axila. Sedado en la enfermería de la plaza fue traslado a la cercana ciudad capital de San Sebastián para ser intervenido. De esas corridas que ponen emoción y mucho mérito a todo lo que se le hace de por sí…

 

Hacemos repaso a la sabrosa crónica que nos ofrece nuestro buen amigo y gran cronista taurino, el maestro Ignacio Álvarez Vara “Barquerito”, de la agencia de noticias COLPISA, donde desgrana lo que fue la corrida que tuvimos la ocasión de observar en detalle: “El segundo de corrida llevaba el mismo nombre de un toro que fue premio de San Isidro a finales de los 80: «Cumplidor». No eran las mismas hechuras, pero los nombres no son casuales en las ganaderías largas y con pasado, como es la de Murteira. Salida a cañón, le arrancó a Jesús Enrique Colombo el capote de las manos en el saludo, un pésimo puyazo trasero del que se rebotó el toro, un quite de Colombo por navarras y un tercio de banderillas, Colombo en su salsa. pedregoso y aparatoso. Del tercer par salió el torero venezolano perseguido y forzado a saltar al callejón. Venido arriba, entero, el toro tuvo trato por la mano izquierda, pero la pelea de Colombo, en busca del cuerpo a cuerpo, fue por la otra. Sin gobierno, el toro echaba la cara arriba. Una estocada desprendida bastó. Colombo se había ganado para entonces la complicidad de paganos y gentiles. Una electricidad contagiosa. La teatralidad justa porque el toro no estaba para bromas. Cundió la petición de oreja”.

 

Es el mismo “Barquerito” quien nos ilustra lo que sucedió en el segundo del lote de Jesús Enrique, quinto de la emocionante tarde de toros: “Colombo hizo casi de todo y por su orden con el gran quinto: recibirlo y pararlo con asiento, quitar por los vistoso lances de El Zapopán, banderillear de poder a poder, reunirse a la carrera y clavar certero y trasero, torear templado y despacio en un inicio de faena prometedor, apostar enseguida por las formas de las llamadas faenas de sol, cargadas de concesiones, pasadas de velocidad, salpicadas de pausas y gestos, y rematada, eso sí, de un sopapo incontestable. Una oreja, casi dos”.

 

Interesante es el relato del mismo festejo de del destacado cronista vallecaucano Jorge Arturo Díaz Reyes, donde deja en claro varias “prendas”: “En una tarde que tuvo un nombre: Jesús Enrique Colombo, el venezolano llenó los tres tercios de sus dos lidias, con valor, colorido, alegría, toreo y los firmó con dos estocadas letales. Arriba, otro nombre más queda en renglón inferior, el de doña Hegoa Arzabal, presidenta, quien, manejada por su incierto asesor, le birló las segundas orejas del segundo y del quinto, negándole así dos veces la salida en hombros. Y pensar que ayer por solo dos tandas de trámite y una estocada defectuosa a un pastueño terminal, las arrojaron expeditas. Bueno allá ellos. Abajo, en el ruedo fue otra cosa. “Vinagre”, número 65 de 530 kilos, el más noble, siguió las cinco verónicas y media humillado y franco. Luego las cuatro chicuelinas al paso y la revolera que le pusieron en suerte con precisión matemática. Tras la buena vara de Israel de Pedro, un quite por zapopinas y serpentina puso en hervor la pletórica plaza. Tres pares (no en una moneda) pero sí de arrobadora ejecución, el tercero con el sombrero de un chico en la otra mano del violín. Brindis a los jóvenes, muchos en sol, “ustedes son la vida de la fiesta”. Jolgorio, pacto de sangre. Y la faena iniciada por bajo con poder y prestancia, se hizo desmayada, lenta ligada, redonda, larga en las primeras tres tandas derechas, de cinco muletazos cada una con sus respectivos broches, músicos y aforo a toda máquina. Naturales y un pase de pecho circular justificaron el desplante de rodillas cara cara. A todo eso contribuyó la embestida suave, acompasada y de tranco más, del buen murteira. Qué… ¡Malhaya! se desfondó al final. Pero a volapié valiente la toledana toda hasta los gavilanes permitió una muerte resistida de bravo. Se armó de nuevo la marimorena por las dos orejas. No dieron sino una, le pidieron dos vueltas al ruedo en desagravio, ovacionaron el arrastre y abroncaron a los autores del repetido raponazo, que sonreían como si no fuera con ellos. Jesús salió a pie pues no tuvo dos orejas de un solo toro”.

 

Sigue su crónica el estimado médico cirujano caleño lo visto a través de la pantalla: “Con el segundo, que dejó sin picar y algo áspero, quitó por vistosas navarras y larga, prendió una escandalera con las banderillas pese a que el primer par fue solo medio, y emocionó tragando a pie firme, La estocada de gran ejecución cayó delantera y fulminó, Ahí ya se armó la primera escaramuza entre los de abajo y la parejita de arriba, también por la segunda oreja no concedida que tuvo su segundo escandaloso round en el quinto… Con toros como estos y toreros como Colombo la fiesta tiene para largo”.

 

Una corrida que tuvo de balance general artístico para los toreros el siguiente resultado: David de Miranda (ovación y silencio), Jesús Enrique Colombo (una oreja en cada toro) y Ángel Téllez (silencio tras un aviso y silencio).

 

José David Cadavid silenciado en Tudela

 

En sustitución de compañeros que por diferencias con la empresa de turno, a última hora declinaron de hacer el paseíllo, este pasado domingo actuaría en suelo navarro, específicamente en la ciudad de Tudela, el diestro tachirense José David Cadavid, quien junto a sus compañeros de cartel Joselillo y El Adoureño se las vieron con un serio y espero encierro veragueño del hierro de don Tomás Prieto de la Cal.

 

Poco público en los tendidos del coso para ver dicho cartel, cuyo saldo artístico fue el siguiente: Joselillo, oreja y dos orejas; El Adoureño, silencio y silencio y José David Cadavid, silencio y silencio.





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