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Violencia en campañas electorales por Edgar Márquez C.

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Violencia en campañas electorales por Edgar Márquez C.


Las campañas electorales, en algunos lugares del mundo, han tenido un alto componente de violencia. Los medios de comunicación han ubicado el fenómeno como expresión de la barbarie, con lo cual países como Colombia, en el pasado, y Ecuador en lo reciente, han dejado ver esos comportamientos incivilizados de manera contundente.

Hace años, en Soacha, Colombia, en pleno mitin fue asesinado el dirigente liberal Luis Carlos Galán Sarmiento. Era visto como el eventual ganador de las elecciones. Ahora, en Ecuador cayó en desgracia el líder de las encuestas, el locutor y periodista Fernando Villavicencio.

Más lejos, en Brasil, salvó su vida, luego de recibir ataque con arma blanca el candidato, y luego presidente, Jair Bolsonaro. Momentos de angustia e inquietud para el inmenso país, porque las heridas fueron graves. Por fortuna, sobrevivió al cruel y despreciable atentado.

Las venideras elecciones de octubre, en Colombia, para gobernadores y alcaldes, han sido asumidas como peligrosas y eso no ha amilanado a los expresidentes Andrés Pastrana Arango y Álvaro Uribe Vélez para envolverse en apoyo a sus candidatos, lo cual les obliga a estar en diferentes lugares.

El pasado miércoles, los dos líderes, con vigencia superior a la de otros ex mandatarios como Juan Manuel Santos (señalado en caso de corrupción Odebrecht) y Ernesto Samper (vinculado a casos oscuros de narcóticos), coincidieron por separado en la vecina ciudad de Cúcuta.   Un verdadero banquete para el periodismo provinciano.

La movilización de fuerzas especiales para protegerlos causó admiración en la gente que no está acostumbrada a semejante despliegue de funcionarios con armas largas, perros entrenados para detectar explosivos y hasta francotiradores.

En Venezuela no tenemos esa experiencia de violencia y tampoco nos quedan expresidentes vivos. No obstante, aquí vivimos otras expresiones de violencia dentro de las campañas electorales, como, por ejemplo, el  acoso a los activistas en diferentes ciudades, el robo de propaganda electorales,  la destrucción de la misma, la arbitraria designación  de los miembros de las mesas electorales, el ventajismo del gobierno (o régimen) metido en asuntos que no son de su competencia, los constantes abusos en las cadenas radiales y televisivas, donde hay insultos a los opositores, la indiferencia policial ante amenazas de grupos que en el pasado se llamaron colectivos y que hoy siguen existiendo, bueno y un largo etcétera.

Por fortuna, aquí no han ocurrido asesinatos de candidatos presidenciales. En 1978 un hombre de la calle atacó al candidato Luis Herrera Campins provocándole herida en la cabeza. En meses recientes, la candidata Machado Parisca ha denunciado acoso en alcabalas y seguimiento de unidades policiales. En algunos casos, ella misma ha enfrentado a los policías (si es que lo son, o funcionarios) para señalarles lo ilegal de esos procedimientos y la necesidad de respetar la libertad personal.

La nueva campaña debe ser una expresión de civilidad, respeto a la Constitución, leyes y normas y estricto apego a la moralidad y ética políticas. Hará mucho bien que elijamos las nuevas autoridades nacionales en medio de una jornada democrática, transparente y sin la injerencia de factores extranjeros, especialmente de China, Rusia y Cuba.





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