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“Reclamo sin violencia” por Padre Edduar Molina

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“Reclamo sin violencia” por Padre Edduar Molina


A lo largo de la historia la Iglesia ha desempeñado su rol protagónico de “maestra de humanidad”, acompañando procesos de paz y encuentro entre los hombres y naciones en conflicto. Manteniendo su papel de conciliadora de los pueblos, garante de la paz, mediadora del dialogo y el compromiso por el bien común.

 

Ejemplos como el de Pío XII, en su mensaje conmemorativo al V aniversario del comienzo de la guerra mundial (1944), con este contundente llamado: “Nada se pierde con la paz; todo puede perderse con la guerra… Pero el alma de una paz digna de este nombre, su espíritu vivificador, no puede ser más que uno solo: Una justicia que con imparcial medida dé a todos lo que a cada uno es debido y de todos exija aquello a que cada uno está obligado; una justicia que no da todo a todos, sino que a todos da amor y a ninguno hace injuria; una justicia que es hija de la verdad y madre de sana libertad y de segura grandeza”.

 

También la posición de Pablo VI ante la violencia, en numerosas ocasiones sus enseñanzas giraron en torno a la propuesta del ideal de la paz universal y del rechazo a toda forma de violencia. Cabe destacar, por ejemplo, el hecho de haber sido el primer Papa en pronunciar un discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1965, cuando recrudecía el conflicto de la guerra de Vietnam, al decir: “La violencia solo engendra más violencia”.

 

Señaló explícitamente que toda respuesta violenta no sería más que un mal mayor que aquel que se quería combatir. Esto no evitó que manifestara a su vez un reconocimiento de las situaciones de injusticia que claman al cielo. Considera también que la consecución de la paz estaba estrechamente vinculada a la dimensión humana del progreso: “la paz no se reduce a una ausencia de guerra, se construye día a día, en la instauración de un orden querido por Dios, que comporta una justicia más perfecta entre los hombres”.

 

Para el Papa grande Juan Pablo II, La espiral de la violencia sólo la frena el milagro del perdón. El diálogo revela la valentía de un nuevo humanismo, porque requiere la confianza en el hombre. No pone jamás a unos contra otros. Su objetivo consiste en eliminar las distancias y limar las asperezas, para hacer madurar la conciencia de que todos son criaturas del único Dios y, por eso, hermanos de una misma humanidad. Subrayó Juan Pablo II a los participantes en el XVIII Encuentro Internacional de oración por la paz (2004).

 

Por su parte el Papa Francisco, ante la consecuente guerra en Ucrania, no se cansa de repetir: “Les pido, por favor, que abandonen el camino de la violencia, que siempre es perdedora, que es una derrota para todos. Recordemos que la violencia engendra violencia recen conmigo al Dios de la paz para que cese el sonido de las armas y que las soluciones se puedan encontrar en la mesa del diálogo”.

 

En nuestra patria no han escapado duros acontecimientos que nos han llevado a la confrontación y la violencia, tal como los acontecidos el 27 de febrero de 1989 con la creciente oleada de protestas que después se extendieron por toda Venezuela y generaron grandes disturbios, conocidas como “El Caracazo”. En las páginas del rotativo El Vigilante, aparece la denuncia del santo Arzobispo de Mérida, Monseñor Miguel Antonio Salas, con este titular: Violencia económica y política denunció Monseñor Salas: El Sr. Arzobispo Metropolitano de Mérida, Monseñor Miguel Antonio Salas, en la jornada de la campaña ´compartir´ y en su homilía de anoche, aseguró que la causa de la violencia vivida por el país en esta trágica semana, es otra violencia, la de los poderosos contra los débiles, la del poder económico y la de muchos comerciantes que han querido hacerse ricos a la carrera; la violencia política, donde también hay acaparamiento, porque los bienes que reparte el Estado van a manos de los que portan el carnet del partido gobernante, Dijo además que todos en distinta medida tenemos una cuota de responsabilidad”.

 

Firme denuncia ante el acaparamiento de alimentos de la cesta básica y el alto costo de la vida, lo que había generado violentas protestas y saqueos, termina diciendo el venerable pastor: “El que ama a una persona procura complacerla, procura hacerle algún bien… las cosas no son propias sino comunes. Porque las cosas son para el uso de todos, yo debo compartirlas. Por haber olvidado estas verdades hemos llegado a lo que hemos llegado, a este mundo de las grandes injusticias, a esta injusta distribución de los bienes, de modo que unos pocos lo tienen casi todo mientras las grandes mayorías carecen hasta de lo necesario”, enfatizó monseñor Salas.

 

El 27 de noviembre de 1992 tuvo lugar un intento de golpe de Estado en Venezuela, el segundo de ese año. La posición de la Iglesia y las palabras de Monseñor Miguel Antonio Sala Salas, muy acertadas en ese entonces y ahora más que nunca, cito: “Hay que exigir un proyecto de gobierno lleno de valores, honesto, incluyente y sensible; de revisión periódica y con evaluación de indicadores que nos permitan verdaderamente amar a nuestro país”.

 

La editorial del decano de la prensa merideña cerraba con estas palabras: “Quizás esta situación no sea, lamentablemente, sino el preludio de lo que puede pasar en un país donde se despreció por tanto tiempo el trabajo, el sentido de sacrificio, el concepto de productividad, la justicia en la distribución de la riqueza social, los principios éticos y se hizo tanta apología del facilismo, de la ganancia sin esfuerzo y del mayamerismo. Ojalá caigamos en cuenta más temprano que tarde de que es necesario modificar de raiz las reglas del juego, de modo que quien no trabaje no coma, que la riqueza social le corresponda a quien haga el mayor esfuerzo persona Los tiempos de la Gran Venezuela quedaron atrás…”

 

Nuestra patria necesita hoy más que nunca el testimonio de verdaderos profetas, capaces de dejarse interpelar por Dios, para comunicar su Palabra de Vida, con confianza gozosa, audacia y valentía pero, sobre todo libertad para denunciar sin miedo el mal que nos oprime. A ejemplo de los apóstoles que hablaron abiertamente, con toda claridad, con intrepidez y con una confianza gozosa en el Señor. Apartando de nosotros el camino de la violencia, pues como bien decía el gran Martín Luther King: “La violencia crea más problemas que los que resuelve, y por tanto nunca conduce a la paz”.

 

Mérida, 04 de agosto de 2024





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