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El fantasma de Javier Marías por Ricardo Gil Otaiza

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El fantasma de Javier Marías por Ricardo Gil Otaiza


Hallé un libro “raro” de la pequeña editorial Reino de Redonda, creada por el fallecido escritor español Javier Marías (1951-2022) para recuperar libros olvidados, y de inmediato lo pedí desde una librería en físico, se trata de Duelo sin brújula (2024), de Carme López Mercader, viuda del gran autor. En este bello y pequeño tomo (de apenas 126 páginas con tapa dura y papel glasé) expresa una suerte de catarsis emocional frente al vacío dejado por su marido al fallecer a una edad (71 años no cumplidos) en la que mucho se esperaba aún de su pluma. No se trata, como lo pensé antes de comprarlo, debo confesarlo, de esos libros curiosos, en los que a modo de obituario los legatarios de una figura pública se dan a la tarea de desnudar a sus difuntos (voyerismo, lo llaman algunos), y así contarnos detalles acerca de su vida para alimentar el morbo de los lectores. Nada de eso. Si bien encontré sutiles tips que nos acercan al Marías humano y autor, y que la prensa jamás reseñó, estas páginas buscan cerrar en López Mercader un ciclo de toda una vida de camaradería y acompañamiento, con una de las figuras más importantes de las letras hispánicas de las últimas cinco décadas.


No hay en Duelo sin brújula ansias de hacer literatura o de lucimiento estilístico por parte de la autora (es más: hay ciertos descuidos de forma e innecesarias repeticiones), solo el denodado empeño de despedirse de un amor y reiterarle desde el más acá (ella afirma que es escéptica en cuestiones paranormales) su pasión y admiración, así como dejar constancia de un dolor que solo a ella le incumbe, y que nada de lo que le digan para consolarla podrá rebajar ya la pesadumbre anclada para siempre en el alma. Nos dice casi al final del texto (que, por cierto, pone candado a nuevas publicaciones, por ser un proyecto económicamente inviable) algo realmente conmovedor: “Me compadezco bastante de mí misma, de hecho diría más, me doy un montón de pena, porque soy consciente de que quiero tanto estar con él que hasta estoy dispuesta a suspender la incredulidad y aceptar la presencia de un fantasma a mi lado para lograrlo.”

Esto cobra sentido cuando recordamos que a Javier Marías le fascinaban los fantasmas, hasta el extremo de titular a dos de sus libros como Literatura y fantasma y Vida del fantasma, y en los que indagó, desde lo literario, su peso e importancia en nuestra cultura. Eso sin contar con otras publicaciones en las que se asoman figuras fantasmales, que buscan ahondar en ese otro lado de la moneda de la existencia. Nos aclara López Mercader, que aun teniendo su esposo esa “pasión” por la creencia en los fantasmas, nunca dio pie a explicaciones desde lo esotérico, mediúnico o desde el espiritismo (jamás se entregó a la charlatanería): lo suyo era un encanto por una figura que le atraía desde lo literario, y que le llegaba (especulo yo) desde la propia infancia. Agrega la autora: “No temía al no mundo, porque para él éste no consistía en la nada. Por el contrario, sus muertos lo poblaban y acompañaban, muertos siempre amables, quizás porque habían sido muy queridos por él y a su vez lo habían querido.” Empero, tal certeza no hizo de Marías un ser hundido en la melancolía o pesadumbre: era divertido porque amaba la vida.

Cuando dije al comienzo que hallé “un libro raro” me refería, en todos los sentidos, a una pieza que tiene como centro de atención a una figura clave de las letras en lengua española, pero que no habla de ella ni ahonda mayormente en su persona. El novelista es sólo la excusa. La viuda se ensimisma en unas páginas en las que gravita por doquier el “fantasma” de Javier Marías, y es ella la que de manera tangencial (aunque protagónica) busca con este libro una razón para seguir creyendo en la vida, con la válida sentencia de su enorme pena. Es, qué duda cabe, un texto autorreferencial (autobiográfico) y el libro es una autoedición (la editorial ahora es suya) y con él discurre sin mostrarse en demasía: dice bastante, pero es más lo que calla, quiere contar muchas cosas, pero las palabras se quedan en la travesía de un texto doloroso y denso, que muestra los quiebres y hendiduras del espíritu humano.

El título, Duelo sin brújula, es significativo, porque en realidad no hay un norte definido, un objetivo literario o meramente biográfico, o un eje que articule las piezas del rompecabezas; hay, qué dudas caben, un deambular sin coordenadas por dos vidas que estuvieron enlazadas varias décadas y ahora una de ella se queda a la zaga en el camino, y no le queda a la sobreviviente otra opción que seguir adelante y volar con plomo en el ala, recomponer los jirones de su proyecto vital, juntar las piezas de su tragedia personal y familiar, y emprender nuevos derroteros, muy a pesar de su desesperanza. En un abrir y cerrar de ojos lo que era la existencia de una pareja feliz (con los traspiés propios del devenir de dos seres muy distintos entre sí, que se habían puesto de acuerdo para hacer el mismo recorrido a pesar de ello), se rompe para siempre y comienza un duelo desgarrador, profundo y escatológico, que descarta alivios y frases hechas o baratas, que llegan de familiares, conocidos y amigos, y que intentan paliar la desdicha sin éxito.

Atrás queda la vida en común, los pisos que los cobijaban en Madrid y Barcelona, los muebles, libros y recuerdos de años de unión y complicidad. Pronto llegó el ocaso de una relación que marcó en ambos huella profunda, y ahora queda ella con la mente convulsa y el alma deshecha en recuerdos y en cavilaciones, tal vez: lo que quedó por decirse, lo que se emprendió y no se concluyó, el saludo no respondido y el abrazo no dado por las urgencias propias del existir. Que sea la autora la que cierre con las líneas finales de su libro: “Que me lleve a creer en esa eternidad que Javier decía concebir sólo conmigo exista y que él esté aguardándome pacientemente en ella. Que me haga soñar con lo que no puede ser.

Y sin embargo…”

rigilo99@gmail.com




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