Mérida, Marzo Viernes 21, 2025, 12:38 pm
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«No suelo usar la palabra felicidad: la encuentro muy
grande para mí».
Rafael cadenas
Desde aquella ciudad
antiguamente llamada Nueva Segovia, hoy Barquisimeto, según quien mire, termina
o comienza la región de los Andes. De Nueva Segovia proviene el poeta Rafael
Cadenas, un extraordinario hombre de mirada serena que ha atravesado derrotas e
intemperies, para llegar a darnos una sólida poesía, su enfoque comprensivo y
atento de la poesía, como si con ello desnudara las palabras precisas en su
sabio e imaginario lenguaje que va midiendo cada una de sus frases subsistidas
en el tiempo de la vida. Su obra nos ha salvado de la derrota, y nos ha abierto
el camino del temblor que él reafirma como si fuera sostenido por la palabra en
cada latido de su escritura.
Es un ser místico
que va tejiendo en cada sonido de la palabra, silencios que van a expresarse en
una convocatoria donde el poema es un vestigio, lo emprende el asombro, lo
llena la nostalgia de certezas. Por tanto andar se cumple la soledad del
lenguaje, la poética en el interior deshabitado de su escritura. Este ilustre
poeta vio la luz de su nacimiento un día 8 de abril de 1930, en la ciudad de los
crepúsculos, Barquisimeto.
Fue profesor en la
Escuela de letras de la Universidad Central de Venezuela, y ha sido poeta y
ensayista, así como también traductor de escritores como D.H. Laurence, Walt
Whitman, Constantino Kavafis, Robert Graves y Víctor Segalen, entre otros. El
poeta Cadenas ganó el premio Cervantes este año, siendo éste uno de los premios
más importantes de las letras hispanas. Le fue entregado por los reyes de
España.
Allí estaba el poeta
con un traje color de mi tierra, color marrón, con pasos lentos y asediados por
las luces de las cámaras y fotógrafos, y con aquella expresión de hombre
sincero y tímido que ha logrado el mayor reconocimiento a la edad de 93 años.
Luego de haber vivido tanto, era justo y merecido ese gran reconocimiento a
quien ha dedicado su vida a las letras con una gran cantidad de libros
publicados tanto dentro del país como fuera. En Rafael Cadenas, hay una mirada reservada
de silencios largos, pues “tienen que acostumbrarse a mis pausas”.
Escritor ya
consagrado, ha sido el quinto poeta consecutivo en ganar el Cervantes, después
de Ida Vitale, Joan Margarit, Francisco Brines y Cristina Peri Rossi. De manera
que nuestro gran poeta nos ha dado esa gran dicha de ser uno de los escritores
reconocidos a nivel internacional, cuya madurez ha hecho volver las miradas
literarias sobre las letras venezolanas.
Su obra Gestiones fue ganadora del premio
internacional de poesía Juan Antonio Pérez Bonalde en 1992. Es un libro de
despojamiento lirico, sin precedentes en la poesía venezolana y latinoamericana,
con un tono lúcido, sin extraviarse de la vida, su única patria.
Rafael Cadenas, nos
representa en la síntesis de toda una generación en esta América Latina, para
la cual ha reservado grandes oficios. Su vida ejerce una crónica sagrada a
riesgo de su oficio que nos va memorando un reluciente septentrional. Rafael
Cadenas perteneció al grupo literario “Tabla Redonda”. Desde hace muchos años también
el poeta se ha dedicado a ser traductor de poesía inglesa. En 1985 obtuvo el
Premio Nacional de Literatura, y para 1987 se ganó una beca de la fundación
Guggenheim.
Fue un militante del
Partido Comunista de Venezuela, cuando éste organización tuvo un grupo de
intelectuales entre los cuales estaba Héctor Mujica, Miguel Otero Silva, entre
otros. Por esa militancia fue expulsado del liceo, y terminó su secundaria en
la ciudad de Valencia y luego se fue a Caracas, donde inicia sus estudios en la
Universidad Central de Venezuela.
El poeta Rafael
Cadenas es una de las voces más reconocidas en el ámbito literario latinoamericano.
Cadenas publicó su primer libro de unos 10 textos aproximadamente, titulado Cantos Iniciales (1946).
En 1952 fue detenido
por la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, y estuvo detenido durante unos cinco
meses, hasta que fue exiliado en Trinidad y Tobago por un tiempo de cuatro
años. Según algunos biógrafos han afirmado, allí logra aprender inglés y luego
publicó su libro Isla en Venezuela en
1958. Tras su regreso, va a escribir su obra extraordinaria Cuadernos del destierro, que se editó en
1960, por el grupo literario La Tabla Redonda, del cual fue cofundador al igual
que Manuel Caballero, Jesús Sanoja Hernández, Darío Lancini, Arnaldo Acosta
Bello, Jesús Enrique Guédez y Ligia
Borges en 1959.
Después de haber
militado en el movimiento revolucionario de aquellos días de su juventud, luego
la situación del país lo va a llevar al escepticismo y, con una prudencia
cartesiana, va a producir uno de los poemas más destacados en su obra literaria
como Derrota, un canto al fracaso que
viene a expresar su vida infernal que le tocó vivir en esos tiempos difíciles,
y que surgió como un código de aquellos años violentos y de prisión y exilio en
los años 1960.
En el año 1983 va a
publicar su libro Amante, una obra
que le va a dar el reconocimiento al
igual que Anotaciones en ese mismo
año de producción literaria que le da el inmenso honor de ser uno de nuestros
hombres de letras y que la crítica literaria lo va a reconocer como un gran
poeta del siglo XX.
Cadenas vive y se
retrata entre lo sísmico, ese temblor de latidos que va a sentir escucharse en
sus textos como Intemperie:
“que pareciera
llevar el peso de sus palabras tejidas en lo interno de lo que piensa y dice”.
Luego va a proseguir
en su producción literaria como Falsas
Maniobras (1966), Intemperie (1977),
y El Taller del Lado (2005). También
se destacan sus trabajos universitarios mimeografiados, como En Torno al Lenguaje, Literatura y Vida, y Realidad y Literatura.
Entre sus textos
poéticos hago esta pequeña muestra de un gran escritor que hay que leerlo y
estudiarlo, porque nos vemos representados como generación en su brillante
carrera de este oficio de poeta que ha protagonizado Rafael Cadenas, quien
nos ha regalado un poco de alegría al
darnos esa gran noticia de ese premio Cervantes a un país desilusionado y muy
maltratado por una elite al que poco parece interesarle el futuro de una
generación.
Y estas revelaciones traen consigo la promesa de
que
Florecemos
en un abismo
(de
Memorial, 1977)
Suburbio
Aquí
Termina la ciudad.
Aún se puede ver
Un azulejo
Que traspasa la tarde
Para llegar al huerto
Tras el edificio.
Todo ocurre
En los ojos
Acogedores.
(de
Gestiones, 1992).
El poeta Rafael
Cadenas fue reconocido por varias Universidades con el Doctorado Honoris Causa
por la Universidad de los Andes, la Universidad Centro Occidental Lisandro Alvarado,
la Universidad Central de Venezuela, y Universidad Simón Bolívar, además de recibir el premio Fil de Literatura
en Lenguas Romances, el premio de poesía Federico García Lorca, el premio de
Poesía Reina Sofía Iberoamericana, y el premio de Literatura y Lenguas Romances
de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
Este ilustre
venezolano de las letras estuvo casado con Milena González Carvallo, la cual
falleció en 2017. Él la había conocido como profesor en la Universidad Central
de Venezuela (UCV), en la cual dedicó toda su vida a la docencia. Actualmente
es padre de dos hijos.
Finalizo con este poema, en el cual nos habla,
porque siempre ha dicho Cadenas: “Estamos aquí para decir verdad. Seamos
reales. Debo llevar en peso mis palabras. Me poseen tanto como yo a ellas”.
Yo que
no he tenido nunca un oficio
que ante todo competidor me he sentido débil
que perdí los mejores títulos para la vida
que apenas llego a un sitio ya quiero irme (creyendo que mudarme es una
solución)
que he sido negado anticipadamente y escarnecido por los más aptos
que me arrimo a las paredes para no caer del todo
que soy objeto de risa para mí mismo
que creí que mi padre era eterno
que he sido humillado por profesores de literatura
que un día pregunté en qué podía ayudar y la respuesta fue una risotada
que no podré nunca formar un hogar, ni ser brillante, ni triunfar en la vida
que he sido abandonado por muchas personas porque casi no hablo
que tengo vergüenza por actos que no he cometido
que poco me ha faltado para echar a correr por la calle
que he perdido un centro que nunca tuve
que me he vuelto el hazmerreír de mucha gente por vivir en el limbo
que no encontraré nunca quién me soporte
que fui preterido en aras de personas más miserables que yo
que seguiré toda la vida así y que el año entrante seré muchas veces más
burlado en mi ridícula ambición
que estoy cansado de recibir consejos de otros más aletargados que yo
(«Ud. es muy quedado, avíspese despierte»)
que nunca podré viajar a la India
que he recibido favores sin dar nada a cambio
que ando por la ciudad de un lado a otro como una pluma
que me dejo llevar por los otros
que no tengo personalidad ni quiero tenerla
que todo el día tapo mi rebelión
que no me he ido a las guerrillas
que no he hecho nada por mi pueblo
que no soy de las FALN y me desespero por todas esas cosas y por otras
cuya enumeración sería interminable
que no puedo salir de mi prisión
que he sido dado de baja en todas partes por inútil
que en realidad no he podido casarme ni ir a París ni tener un día sereno
que me niego a reconocer los hechos
que siempre babeo sobre mi historia
que soy imbécil y más que imbécil de nacimiento
que perdí el hilo del discurso que se ejecutaba en mí y no he podido
encontrarlo
que no lloro cuando siento deseos de hacerlo
que llego tarde a todo
que he sido arruinado por tantas marchas y contramarchas
que ansío la inmovilidad perfecta y la prisa impecable
que no soy lo que soy ni lo que no soy
que a pesar de todo tengo un orgullo satánico aunque a ciertas horas
haya sido humilde hasta igualarme a las piedras
que he vivido quince años en el mismo círculo
que me creí predestinado para algo fuera de lo común y nada he logrado
que nunca usaré corbata
que no encuentro mi cuerpo
que he percibido por relámpagos mi falsedad y no he podido derribarme,
barrer todo y crear de mi indolencia, mi flotación,
mi extravío una frescura nueva, y obstinadamente
me suicido al alcance de la mano
me levantaré del suelo más ridículo todavía para seguir burlándome de los otros
y de mí hasta el día del juicio final.