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Rafael Cadenas: “La vida es la protagonista” por Orlando Oberto Urbina

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Rafael Cadenas: “La vida es la protagonista” por Orlando Oberto Urbina


bajarigua@gmail.com

 

«No suelo usar la palabra felicidad: la encuentro muy grande para mí».

Rafael cadenas

 

Desde aquella ciudad antiguamente llamada Nueva Segovia, hoy Barquisimeto, según quien mire, termina o comienza la región de los Andes. De Nueva Segovia proviene el poeta Rafael Cadenas, un extraordinario hombre de mirada serena que ha atravesado derrotas e intemperies, para llegar a darnos una sólida poesía, su enfoque comprensivo y atento de la poesía, como si con ello desnudara las palabras precisas en su sabio e imaginario lenguaje que va midiendo cada una de sus frases subsistidas en el tiempo de la vida. Su obra nos ha salvado de la derrota, y nos ha abierto el camino del temblor que él reafirma como si fuera sostenido por la palabra en cada latido de su escritura.

Es un ser místico que va tejiendo en cada sonido de la palabra, silencios que van a expresarse en una convocatoria donde el poema es un vestigio, lo emprende el asombro, lo llena la nostalgia de certezas. Por tanto andar se cumple la soledad del lenguaje, la poética en el interior deshabitado de su escritura. Este ilustre poeta vio la luz de su nacimiento un día 8 de abril de 1930, en la ciudad de los crepúsculos, Barquisimeto.

Fue profesor en la Escuela de letras de la Universidad Central de Venezuela, y ha sido poeta y ensayista, así como también traductor de escritores como D.H. Laurence, Walt Whitman, Constantino Kavafis, Robert Graves y Víctor Segalen, entre otros. El poeta Cadenas ganó el premio Cervantes este año, siendo éste uno de los premios más importantes de las letras hispanas. Le fue entregado por los reyes de España.

Allí estaba el poeta con un traje color de mi tierra, color marrón, con pasos lentos y asediados por las luces de las cámaras y fotógrafos, y con aquella expresión de hombre sincero y tímido que ha logrado el mayor reconocimiento a la edad de 93 años. Luego de haber vivido tanto, era justo y merecido ese gran reconocimiento a quien ha dedicado su vida a las letras con una gran cantidad de libros publicados tanto dentro del país como fuera. En Rafael Cadenas, hay una mirada reservada de silencios largos, pues “tienen que acostumbrarse a mis pausas”.

Escritor ya consagrado, ha sido el quinto poeta consecutivo en ganar el Cervantes, después de Ida Vitale, Joan Margarit, Francisco Brines y Cristina Peri Rossi. De manera que nuestro gran poeta nos ha dado esa gran dicha de ser uno de los escritores reconocidos a nivel internacional, cuya madurez ha hecho volver las miradas literarias sobre las letras venezolanas.

Su obra Gestiones fue ganadora del premio internacional de poesía Juan Antonio Pérez Bonalde en 1992. Es un libro de despojamiento lirico, sin precedentes en la poesía venezolana y latinoamericana, con un tono lúcido, sin extraviarse de la vida, su única patria.

Rafael Cadenas, nos representa en la síntesis de toda una generación en esta América Latina, para la cual ha reservado grandes oficios. Su vida ejerce una crónica sagrada a riesgo de su oficio que nos va memorando un reluciente septentrional. Rafael Cadenas perteneció al grupo literario “Tabla Redonda”. Desde hace muchos años también el poeta se ha dedicado a ser traductor de poesía inglesa. En 1985 obtuvo el Premio Nacional de Literatura, y para 1987 se ganó una beca de la fundación Guggenheim.

Fue un militante del Partido Comunista de Venezuela, cuando éste organización tuvo un grupo de intelectuales entre los cuales estaba Héctor Mujica, Miguel Otero Silva, entre otros. Por esa militancia fue expulsado del liceo, y terminó su secundaria en la ciudad de Valencia y luego se fue a Caracas, donde inicia sus estudios en la Universidad Central de Venezuela.

El poeta Rafael Cadenas es una de las voces más reconocidas en el ámbito literario latinoamericano. Cadenas publicó su primer libro de unos 10 textos aproximadamente, titulado Cantos Iniciales (1946).

En 1952 fue detenido por la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, y estuvo detenido durante unos cinco meses, hasta que fue exiliado en Trinidad y Tobago por un tiempo de cuatro años. Según algunos biógrafos han afirmado, allí logra aprender inglés y luego publicó su libro Isla en Venezuela en 1958. Tras su regreso, va a escribir su obra extraordinaria Cuadernos del destierro, que se editó en 1960, por el grupo literario La Tabla Redonda, del cual fue cofundador al igual que Manuel Caballero, Jesús Sanoja Hernández, Darío Lancini, Arnaldo Acosta Bello, Jesús  Enrique Guédez y Ligia Borges en 1959.

Después de haber militado en el movimiento revolucionario de aquellos días de su juventud, luego la situación del país lo va a llevar al escepticismo y, con una prudencia cartesiana, va a producir uno de los poemas más destacados en su obra literaria como Derrota, un canto al fracaso que viene a expresar su vida infernal que le tocó vivir en esos tiempos difíciles, y que surgió como un código de aquellos años violentos y de prisión y exilio en los años 1960.

En el año 1983 va a publicar su libro Amante, una obra que le va a dar  el reconocimiento al igual que Anotaciones en ese mismo año de producción literaria que le da el inmenso honor de ser uno de nuestros hombres de letras y que la crítica literaria lo va a reconocer como un gran poeta del siglo XX.

Cadenas vive y se retrata entre lo sísmico, ese temblor de latidos que va a sentir escucharse en sus textos como Intemperie:

“que pareciera llevar el peso de sus palabras tejidas en lo interno de lo que piensa y dice”.

Luego va a proseguir en su producción literaria como Falsas Maniobras (1966), Intemperie (1977), y El Taller del Lado (2005). También se destacan sus trabajos universitarios mimeografiados, como En Torno al Lenguaje, Literatura y Vida, y Realidad y Literatura.

Entre sus textos poéticos hago esta pequeña muestra de un gran escritor que hay que leerlo y estudiarlo, porque nos vemos representados como generación en su brillante carrera de este oficio de poeta que ha protagonizado Rafael Cadenas, quien nos  ha regalado un poco de alegría al darnos esa gran noticia de ese premio Cervantes a un país desilusionado y muy maltratado por una elite al que poco parece interesarle el futuro de una generación.

 

Y estas revelaciones traen consigo la promesa de que

 

Florecemos

en un abismo

(de Memorial, 1977)

 

 

Suburbio

 

 Aquí                                                 

Termina la ciudad.     

                

Aún se puede ver

Un azulejo

Que traspasa la tarde

Para llegar al huerto

Tras el edificio.

 

Todo ocurre

En los ojos

Acogedores.

 

(de Gestiones, 1992).

 

El poeta Rafael Cadenas fue reconocido por varias Universidades con el Doctorado Honoris Causa por la Universidad de los Andes, la Universidad Centro Occidental Lisandro Alvarado, la Universidad Central de Venezuela, y Universidad Simón Bolívar,  además de recibir el premio Fil de Literatura en Lenguas Romances, el premio de poesía Federico García Lorca, el premio de Poesía Reina Sofía Iberoamericana, y el premio de Literatura y Lenguas Romances de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

Este ilustre venezolano de las letras estuvo casado con Milena González Carvallo, la cual falleció en 2017. Él la había conocido como profesor en la Universidad Central de Venezuela (UCV), en la cual dedicó toda su vida a la docencia. Actualmente es padre de dos hijos.

 Finalizo con este poema, en el cual nos habla, porque siempre ha dicho Cadenas: “Estamos aquí para decir verdad. Seamos reales. Debo llevar en peso mis palabras. Me poseen tanto como yo a ellas”.

 

Derrota (1963)

Yo que no he tenido nunca un oficio
que ante todo competidor me he sentido débil
que perdí los mejores títulos para la vida
que apenas llego a un sitio ya quiero irme (creyendo que mudarme es una solución)
que he sido negado anticipadamente y escarnecido por los más aptos
que me arrimo a las paredes para no caer del todo
que soy objeto de risa para mí mismo
que creí que mi padre era eterno
que he sido humillado por profesores de literatura
que un día pregunté en qué podía ayudar y la respuesta fue una risotada
que no podré nunca formar un hogar, ni ser brillante, ni triunfar en la vida
que he sido abandonado por muchas personas porque casi no hablo
que tengo vergüenza por actos que no he cometido
que poco me ha faltado para echar a correr por la calle
que he perdido un centro que nunca tuve
que me he vuelto el hazmerreír de mucha gente por vivir en el limbo
que no encontraré nunca quién me soporte
que fui preterido en aras de personas más miserables que yo
que seguiré toda la vida así y que el año entrante seré muchas veces más burlado en mi ridícula ambición
que estoy cansado de recibir consejos de otros más aletargados que yo
(«Ud. es muy quedado, avíspese despierte»)
que nunca podré viajar a la India
que he recibido favores sin dar nada a cambio
que ando por la ciudad de un lado a otro como una pluma
que me dejo llevar por los otros
que no tengo personalidad ni quiero tenerla
que todo el día tapo mi rebelión
que no me he ido a las guerrillas
que no he hecho nada por mi pueblo
que no soy de las FALN y me desespero por todas esas cosas y por otras
cuya enumeración sería interminable
que no puedo salir de mi prisión
que he sido dado de baja en todas partes por inútil
que en realidad no he podido casarme ni ir a París ni tener un día sereno
que me niego a reconocer los hechos
que siempre babeo sobre mi historia
que soy imbécil y más que imbécil de nacimiento
que perdí el hilo del discurso que se ejecutaba en mí y no he podido encontrarlo
que no lloro cuando siento deseos de hacerlo
que llego tarde a todo
que he sido arruinado por tantas marchas y contramarchas
que ansío la inmovilidad perfecta y la prisa impecable
que no soy lo que soy ni lo que no soy
que a pesar de todo tengo un orgullo satánico aunque a ciertas horas
haya sido humilde hasta igualarme a las piedras
que he vivido quince años en el mismo círculo
que me creí predestinado para algo fuera de lo común y nada he logrado
que nunca usaré corbata
que no encuentro mi cuerpo
que he percibido por relámpagos mi falsedad y no he podido derribarme,
barrer todo y crear de mi indolencia, mi flotación,
mi extravío una frescura nueva, y obstinadamente
me suicido al alcance de la mano
me levantaré del suelo más ridículo todavía para seguir burlándome de los otros
y de mí hasta el día del juicio final.





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