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Arnulfo Quintero: un despecho de poeta por Orlando Oberto Urbina

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Arnulfo Quintero: un despecho de poeta


 

Orlando Oberto Urbina

bajarigua@gmail.com


 A sus hijos

Yesyka Quintero

y Rodolfo Quintero Noguera

a su compañera Dory Rojas


Un poeta es un ser que va dejando lámparas encendidas en todas sus palabras que van recorriendo lecturas de querencias en todo lugar posible, donde se aposenta el recuerdo de tanto amor dejado en los silencios del corazón.

Seguramente así es, tal como lo dice Alfredo Ramos, quien da testimonio de que conoció al poeta, al escritor, al editor, al abogado y al docente universitario Arnulfo Quintero López; al bohemio, al cantador de rancheras y tangos, al hombre siempre enamorado de la vida, amante del placer y enamorado de la poesía a tiempo completo. Arnulfo Quintero López fue un organizador, militante e impulsor de la literatura y la poesía. Llegó a ser miembro del taller literario “Andrés Mariño Palacio” que se fundó en 1972 en Barinas, además de haber presidido el Instituto de Cultura y Bellas Artes de Barinas. Fue un entusiasta editor, tramitó y realizó publicaciones de obras de poetas de Barinas. También fue editor de revistas literarias, donde se publicaba poesía, cuentos, crónicas, ensayos, y sobre actividades culturales.

Arnulfo Quintero López, durante su vida, fue muy querido por amigos que hoy recuerdan aquellos encuentros docentes que había en Caracas, en la Universidad Bolivariana de Venezuela donde trabajó con el área de Estudios Jurídicos, y junto a Alfredo Ramos con el programa de formación en Gestión Social, y pasaron unos dos días por aquellos lados de los Chaguaramos en la capital de la república. Sostiene Alfredo Ramos, que en una ocasión se habían encontrado para discutir algunos programas académicos, y él resolvió no ir por el cansancio, pero Arnulfo Quintero López sí fue, y al regresar al hotel como a las dos de la madrugada, venia tarareando una ranchera bajo el espíritu divino del alcohol. Así que Alfredo le preguntó que cómo había estado la discusión académica, a lo que Arnulfo le respondió que se habían ido a un bar en Sabana Grande, “y la reunión estuvo del carajo poeta”; ahí recitó y leyó poesía hasta el gato. Era un recital que nació en la UBV, y de allí se fueron para ese bar a celebrar.

Además de los poetas, los músicos también eran parte del trajinar bohemio de Arnulfo Quintero López, pues muchas fueron las serenatas cantadas en los ventanales de las casas de Barinas y Mérida junto con los trovadores del ayer que anduvieron con él. Algunos de sus amigos como Héctor López, recuerdan que Arnulfo rompió muchos corazones y encendió muchas noches con su verbo despechado.

La música y la poesía juntas son llaves perfectas para abrir candados y ablandar corazones. En la vida de este poeta hubo muchos despechos, porque estos poetas llaneros venían con todo: organizaban tertulias literarias, cantaban serenatas, y hasta inventaban un festival del despecho. Según Miguel Ángel Gómez, el poeta Arnulfo organizó la asociación de estudiantes residentes de Barinas, y siempre hubo contrapunteo con la Asociación de Estudiantes del Táchira, quienes traían eventos para Mérida y Barinas también. Así eran los estudiantes organizados, quienes le regalaban a la ciudad universitaria excelentes propuestas culturales.

Con Arnulfo Quintero López se propuso en Mérida una ruta de bares y lecturas, por aquello de los festivales del desamor. Los llaneros habían tomado por asalto la ciudad de la caballerosidad, al igual que los tachirenses, trujillanos, falconianos, zulianos, centrales y orientales. Aquí se manifestó cada región agradecida por las bendiciones de la hermosa ciudad de las nieves eternas que abrazó tanta juventud efervescente para nunca envejecer. Sus montañas y ríos son los testigos de que en Mérida había un poco de cada región de Venezuela.

De Rockolas, Sombras Y Olvidos es un libro que se celebra o se llora a través de su escritura con su inobjetable lucidez y encantamiento de enamorar, de figurar la palabra activa, solidaria y acompañada de un modo de pensar y sentir que perteneció a una generación de hombres y mujeres que desafiaron el albedrio de la vida misma, y se hicieron montañas y ríos de una esperanza.

En 2022 Alberto Jiménez Ure escribió en El Nacional un artículo sobre Arnulfo Quintero López, en el cual escribía que “los poetas como Arnulfo celebran o lloran mediante una escritura magnifica, no permanecen inmutables, impávidos o absorto. A un precepto importante, de formular con inobjetable lucidez y enamoramiento, nace su libro De Rockolas, Sombras y Olvido”. Por esos años andaban otros hombres de letras como Edmundo Aray, Chino Valera Mora, Orlando Flores Menessini, Carlos Contramaestre, Juan Calzadilla, y César Rengifo. Entre tales amigos se bebían la luz del sol y con esa luna enamorada de Mérida. Como afirmó una vez el poeta de Calderas Orlando Araujo: “se bebían los vinos acompañados, porque el vino no se bebe en soledad y mucho menos con desconocidos bebedores, sino en compañía de amigos y amores”.

 En la poética de Arnulfo Quintero López hay una herencia de la cultura del despecho, y el amor por las rockolas.

Como un cazador de soledades

salto los ríos y estoy allí

donde tú sabes

esperando que el poema termine

para descifrar tu rostro

y desde la ventana ver los muertos

que cantan en la mañana de concilio

amarrados a una naranja rota.

Allí estoy muchacha con el ánfora sedienta

y tu llena de luz

y la ciudad

mientras el amor se marcha en bicicleta.

Claro, después de todo

la soledad

y el poema es sólo una insinuación

de niños

para que

como un pájaro vueles a mi lecho

y en la subida del alba

juguemos con la piel del cocodrilo

donde los venenos celebran

y el ruido de la fiesta aturde.

Razón para esperarte

en la imaginación del caluroso mediodía

y seguir amándonos como siempre

dando tiempo para que la canción termine

y los muertos celebren como muertos.


Ese cazador de soledades que saltó los ríos, y está allí esperando que el poema termine para descifrar el rostro de las musas a las que tanto ansiaba escribirles. Tal vez su corazón era un llano, y en él cabalgaba un potro cerrero indomable de amor. Los textos de Arnulfo Quintero López reclaman la reivindicación de una palabra llena de querencias y dolencias de un desamor, un lugar, una comarca que habita poemas de estrellas y cantos de la tierra, y flores que habitan una vida peregrina que todavía guarda Dory, su última compañera de caminos trajinados en el querer de su vida.

 

MIENTRAS PUEDAS

 

Mientras puedas cantar una canción

 

ve al corazón de la serpiente.

 

Cuando no haya lugar para tu risa

 

que cada quien cargue

 

su sueño

 

 

 

II

 

En el ataúd

 

el grito es más simple

 

si ocultas el temor

 

en el animal que sangra.

 


Arnulfo Quintero López nació en 1949, en Anaco estado Anzoátegui, para residenciarse en Barinas como su tierra adoptiva en la que se hizo amigo de los amigos. Fue poeta y abogado, profesor de pre y postgrado en Derecho Laboral. Fue presidente del Instituto de Cultura y Bellas Artes de Barinas, y algunas de sus obras literarias fueron: Del Lado allá del vuelo, Del lado allá del canto, Del lado allá del tiempo, Versos de la taberna del camino del olvido, Como un rayito de luna, La esencia del hueso perdido, Adverbios y azares, De la noche y otros lugares (antología), Los días contados.





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