Mérida, Marzo Martes 18, 2025, 03:04 am
Orlando Oberto Urbina
bajarigua@gmail.com
A sus hijos
Yesyka Quintero
y Rodolfo Quintero Noguera
a su compañera Dory Rojas
Un
poeta es un ser que va dejando lámparas encendidas en todas sus palabras que
van recorriendo lecturas de querencias en todo lugar posible, donde se aposenta
el recuerdo de tanto amor dejado en los silencios del corazón.
Seguramente
así es, tal como lo dice Alfredo Ramos, quien da testimonio de que conoció al
poeta, al escritor, al editor, al abogado y al docente universitario Arnulfo
Quintero López; al bohemio, al cantador de rancheras y tangos, al hombre
siempre enamorado de la vida, amante del placer y enamorado de la poesía a
tiempo completo. Arnulfo Quintero López fue un organizador, militante e impulsor
de la literatura y la poesía. Llegó a ser miembro del taller literario “Andrés
Mariño Palacio” que se fundó en 1972 en Barinas, además de haber presidido el
Instituto de Cultura y Bellas Artes de Barinas. Fue un entusiasta editor,
tramitó y realizó publicaciones de obras de poetas de Barinas. También fue
editor de revistas literarias, donde se publicaba poesía, cuentos, crónicas, ensayos,
y sobre actividades culturales.
Arnulfo
Quintero López, durante su vida, fue muy querido por amigos que hoy recuerdan aquellos
encuentros docentes que había en Caracas, en la Universidad Bolivariana de
Venezuela donde trabajó con el área de Estudios Jurídicos, y junto a Alfredo
Ramos con el programa de formación en Gestión Social, y pasaron unos dos días
por aquellos lados de los Chaguaramos en la capital de la república. Sostiene Alfredo
Ramos, que en una ocasión se habían encontrado para discutir algunos programas
académicos, y él resolvió no ir por el cansancio, pero Arnulfo Quintero López
sí fue, y al regresar al hotel como a las dos de la madrugada, venia tarareando
una ranchera bajo el espíritu divino del alcohol. Así que Alfredo le preguntó
que cómo había estado la discusión académica, a lo que Arnulfo le respondió que
se habían ido a un bar en Sabana Grande, “y la reunión estuvo del carajo
poeta”; ahí recitó y leyó poesía hasta el gato. Era un recital que nació en la
UBV, y de allí se fueron para ese bar a celebrar.
Además
de los poetas, los músicos también eran parte del trajinar bohemio de Arnulfo
Quintero López, pues muchas fueron las serenatas cantadas en los ventanales de
las casas de Barinas y Mérida junto con los trovadores del ayer que anduvieron
con él. Algunos de sus amigos como Héctor López, recuerdan que Arnulfo rompió
muchos corazones y encendió muchas noches con su verbo despechado.
La
música y la poesía juntas son llaves perfectas para abrir candados y ablandar
corazones. En la vida de este poeta hubo muchos despechos, porque estos poetas llaneros
venían con todo: organizaban tertulias literarias, cantaban serenatas, y hasta inventaban
un festival del despecho. Según Miguel Ángel Gómez, el poeta Arnulfo organizó
la asociación de estudiantes residentes de Barinas, y siempre hubo contrapunteo
con la Asociación de Estudiantes del Táchira, quienes traían eventos para
Mérida y Barinas también. Así eran los estudiantes organizados, quienes le
regalaban a la ciudad universitaria excelentes propuestas culturales.
Con Arnulfo
Quintero López se propuso en Mérida una ruta de bares y lecturas, por aquello
de los festivales del desamor. Los llaneros habían tomado por asalto la ciudad
de la caballerosidad, al igual que los tachirenses, trujillanos, falconianos,
zulianos, centrales y orientales. Aquí se manifestó cada región agradecida por
las bendiciones de la hermosa ciudad de las nieves eternas que abrazó tanta juventud
efervescente para nunca envejecer. Sus montañas y ríos son los testigos de que
en Mérida había un poco de cada región de Venezuela.
De Rockolas, Sombras Y Olvidos
es un libro que se celebra o se llora a través de su
escritura con su inobjetable lucidez y encantamiento de enamorar, de figurar la
palabra activa, solidaria y acompañada de un modo de pensar y sentir que perteneció
a una generación de hombres y mujeres que desafiaron el albedrio de la vida
misma, y se hicieron montañas y ríos de una esperanza.
En
2022 Alberto Jiménez Ure escribió en El Nacional un artículo sobre Arnulfo Quintero
López, en el cual escribía que “los poetas como Arnulfo celebran o lloran
mediante una escritura magnifica, no permanecen inmutables, impávidos o
absorto. A un precepto importante, de formular con inobjetable lucidez y
enamoramiento, nace su libro De Rockolas,
Sombras y Olvido”. Por esos años andaban otros hombres de letras como
Edmundo Aray, Chino Valera Mora, Orlando Flores Menessini, Carlos
Contramaestre, Juan Calzadilla, y César Rengifo. Entre tales amigos se bebían
la luz del sol y con esa luna enamorada de Mérida. Como afirmó una vez el poeta
de Calderas Orlando Araujo: “se bebían los vinos acompañados, porque el vino no
se bebe en soledad y mucho menos con desconocidos bebedores, sino en compañía
de amigos y amores”.
En la poética de Arnulfo Quintero López hay
una herencia de la cultura del despecho, y el amor por las rockolas.
Como un cazador de soledades
salto los ríos y estoy allí
donde tú sabes
esperando que el poema termine
para descifrar tu rostro
y desde la ventana ver los
muertos
que cantan en la mañana de
concilio
amarrados a una naranja rota.
Allí estoy muchacha con el
ánfora sedienta
y tu llena de luz
y la ciudad
mientras el amor se marcha en bicicleta.
Claro, después de todo
la soledad
y el poema es sólo una
insinuación
de niños
para que
como un pájaro vueles a mi
lecho
y en la subida del alba
juguemos con la piel del
cocodrilo
donde los venenos celebran
y el ruido de la fiesta
aturde.
Razón para esperarte
en la imaginación del caluroso
mediodía
y seguir amándonos como
siempre
dando tiempo para que la
canción termine
y los muertos celebren como
muertos.
Ese
cazador de soledades que saltó los ríos, y está allí esperando que el poema
termine para descifrar el rostro de las musas a las que tanto ansiaba
escribirles. Tal vez su corazón era un llano, y en él cabalgaba un potro
cerrero indomable de amor. Los textos de Arnulfo Quintero López reclaman la
reivindicación de una palabra llena de querencias y dolencias de un desamor, un
lugar, una comarca que habita poemas de estrellas y cantos de la tierra, y
flores que habitan una vida peregrina que todavía guarda Dory, su última
compañera de caminos trajinados en el querer de su vida.
MIENTRAS PUEDAS
Mientras puedas cantar
una canción
ve al corazón de la
serpiente.
Cuando no haya lugar
para tu risa
que cada quien cargue
su sueño
II
En el ataúd
el grito es más simple
si ocultas el temor
en el animal que sangra.
Arnulfo Quintero López nació en 1949, en Anaco estado Anzoátegui, para residenciarse en Barinas como su tierra adoptiva en la que se hizo amigo de los amigos. Fue poeta y abogado, profesor de pre y postgrado en Derecho Laboral. Fue presidente del Instituto de Cultura y Bellas Artes de Barinas, y algunas de sus obras literarias fueron: Del Lado allá del vuelo, Del lado allá del canto, Del lado allá del tiempo, Versos de la taberna del camino del olvido, Como un rayito de luna, La esencia del hueso perdido, Adverbios y azares, De la noche y otros lugares (antología), Los días contados.