La Universidad de Los Andes y la primera protesta estudiantil en el siglo XX (1944) por ALÍ ENRIQUE LÓPEZ BOHÓRQUEZ
La Universidad de Los Andes y la primera protesta estudiantil en el siglo XX (1944) por ALÍ ENRIQUE LÓPEZ BOHÓRQUEZ
DOMINGO ALBERTO RANGEL, ESTUDIANTE DE
DERECHO
Y LÍDER DE LA PROTESTA ESTUDIANTIL
DE 1944
La
protesta estudiantil ha sido una de las características de la Universidad venezolana
de los siglos XX y XXI, con una especial énfasis en manifestaciones de
descontento con los distintos gobiernos, particularmente en la lucha por la
autonomía universitaria, un mejor presupuesto para su dinámica funcional, por
la situación económica y social del país o por posiciones políticas contrarias
a las de determinados gobernantes desvinculadas de situaciones universitarias
específicas, sin dejar de mencionar decisiones internas de la institución de
orden académico o administrativo que afectaron tanto a estudiantes como a
profesores, empleados y obreros. En el caso de la Universidad de Los
Andes, el conjunto esas protestas afectaron de manera directa o indirecta,
fundamentalmente, a la ciudad de Mérida. En anterior Crónica ejemplificamos
protestas del siglo XIX, en la época de la llamada Universidad de Mérida, más
como reclamo a la ineptitud en la enseñanza de algunos catedráticos que por el
estado crítico de la universidad en cuanto a las limitaciones derivadas de una
estructura académica escolástica heredada de la enseñanza colonial, primeras
décadas de esa centuria y la incidencia de la Iglesia merideña en la
conformación y participación en su estructura académica, dada la realidad
ideológica y su poder social existentes en la ciudad desde la época de la
dominación española.
En esta oportunidad vamos a referirnos a la que
consideramos la primera y única protesta de la primera mitad del siglo XX, la
que tuvo lugar en febrero de 1944 por una razón específica: la creación de la Organización de
Bienestar Estudiantil (OBE) para la Universidad Central
de Venezuela en diciembre de 1943, y no en la ULA, por Decreto del Presidente Isaías Medina
Angarita. Pero también en razón a la situación académica y administrativa de la Universidad de Los
Andes, la que para entonces tenía como autoridades universitarias a los
doctores Pedro Pineda León (Rector), Leopoldo Garrido (Vicerrector) y Jesús
Leopoldo Sánchez (Secretario). Antes de referirnos a la razón de la protesta y
las características de su desarrollo, consideramos necesario hacer algunos
señalamientos acerca de la situación académica de la institución, a fin de que
se advierta que la reacción estudiantil tenía razones más profundas y no
solamente el reclamo de aquella organización de beneficios para los alumnos. Situación
que tiene su origen en la centuria decimonónica y primeras dos décadas del
siglo XX, en las que los estudios jurídicos, eclesiásticos y filosóficos
predominaron en esta institución universitaria, en desmedro de los estudios de
las ciencias físicas, naturales y de la salud. Para 1944 existían las
siguientes Facultades: La FACULTAD
DE DERECHO, la que entre 1843 y 1941 se denominó Facultad de
Ciencias Jurídicas. La FACULTAD
DE MEDICINA, establecida como Escuela en 1854, luego
convertida en Facultad de Ciencias Médicas, la que clausurada en 1905 no fue
restablecida hasta 1928. La
FACULTAD DE FARMACIA, creada como Escuela adscrita a la de
Medicina en 1894, también clausurada en 1905, se restablece en 1918 y en 1942
adquiere el rango de Facultad. La FACULTAD DE CIENCIAS FÍSICAS Y MATEMÁTICAS fue
fundada en 1936, que luego se denominaría Facultad de Ingeniería en 1953. La FACULTAD DE
ODONTOLOGÍA creada como ESCUELA DE DENTISTERÍA entre 1928 y 1940, para llamarse
Facultad de Odontología desde 1942. Todavía no existen los estudios de
Humanidades y Educación, Ciencias Forestales, Bioanálisis, Economía,
Arquitectura ni Ciencias, lo que ocurrirá entre 1952 y 1969.
Así caracteriza Domingo Alberto Rangel Bourgoin, uno
de los líderes de aquella protesta de 1994, ala Universidad de Los
Andes Mérida para 1940, la que se proyecta casi en las mismas condiciones en
esa década: “…era la misma que, setenta años a tras o más había desafiado las
cóleras de Guzmán Blanco. Ocupaba el mismo inmueble que era el suyo desde la
colonia, un poco remozado que flanqueaba al viejo torreón del Rector heroico.
Nada había cambiado en un siglo, los mismos locales, la misma ubicación que ya
luciera en aquella época. Tenía el mismo número de alumnos. Creo que no pasaban
ellos de mil y, si estoy subestimando a aquella masa, apuesto a que no excedía
los mil quinientos. Los profesores eran todos ellos, en las cuatro o cinco
Facultades, profesionales de otras tantas ramas que dedicaban una o dos horas a
tras del amanecer o pasado el atardecer a la labor docente. Abogados de bufetes
o tribunales, médicos dedicados a sus consultorios, farmacéuticos dueños de
boticas o dentistas con clínica propia, eran los profesores. Ninguno de ellos
cultivaba la docencia como ocupación principal. El personal administrativo se
reducía al Rector, al vice-Rector y al Secretario. Los Decanos ejercían ese
cargo de manera honoraria y sin dedicarle un solo momento concreto y
determinado. El único empleado que yo recuerde era Pablito, el bedel.” Y
agrega: “Como es natural, la enseñanza era libresca y tenía que ser libresca.
Donde no había laboratorios ni seminarios, no había la posibilidad de tener
palestras para el debate investigativo o para la experimentación fecunda.
Clamar en aquella Universidad por otro tipo de enseñanza era hacerse ilusiones.
Aunque los profesores conocían las últimas teorías jurídicas y manejaban los
postulados ideológicos más modernos y audaces -me estoy refiriendo, como es obvio, a la Facultad de Derecho en la
que yo cursaba - tenían que limitarse a exponer ideas abstractas por falta de
bibliotecas adecuadas y de gabinetes aderezados a tal fin. Si digo que la Universidad de Los
Andes de 1940 era la misma que tiempo atrás había visto mi bisabuelo (Sic. Es
abuelo) P. H. G. Bourgoin no estaría exagerando mucho. Y todo porque [entonces en] Venezuela no cambia[ba] nada, o mejor, no progresa[ba] nada en aquel dilatado lapso de casi un siglo. Peor aún, Venezuela
retrograda y se hunde o regresa a la barbarie entre 1860 y 1930. Creo que fue
un milagro el que mantuvo intacta, sin cambio alguno a la Universidad de Los
Andes. Porque en ese triste período, mantenerse, conservarse aun sin progresar,
era un milagro. Mérida hizo un prodigio al preservar a su Universidad del
destino que sufrieron otras instituciones de enseñanza como la Universidad del Zulia,
el Colegio del Sagrado Corazón en La
Grita o el Colegio Montesinos de El Tocuyo, los cuales
tuvieron o fueron forzados a cerrar sus puertas.” (Domingo Alberto Rangel: Alzado contra todo (memorias y desmemorias),
2003). Se refiere DAR a Pierre Henri Georges Bourgoin (1831-1913), un
francés que vino a Venezuela con su padre a la edad de 11 años, realizando
estudios de secundaria en Caracas. Al fallecer su progenitor regresó a Francia,
para volver y estudiar Farmacia en la
UCV, graduándose en 1857. Vino a Trujillo y a Mérida donde
ejerció su profesión con la creación de varias Boticas. Catedrático de
Botánica, Química y Francés en la Universidad de Mérida, así como también la
dirección del Jardín Botánico de la Universidad. Fundador
de la Facultad
de Farmacia en 1894, donde obtuvo el título de Doctor en 1896.
Sirva esta extensa cita de Domingo Alberto Rangel para
contextualizar la situación de la Universidad de Los Andes en el momento de la
protesta de 1944, la que entonces funcionaba prácticamente en su primer
edificio construido 1934-1936, actual sede del Vicerrectorado Académico, con un
número reducido de profesores, estudiantes y empleados mayormente de Mérida y
pocos venidos de otros lugares del país. Para esos años ya habían sido
incorporados algunos profesores extranjeros, siendo particularmente una
institución universitaria formadora de profesionales mediante la enseñanza y
muy escasa investigación a nivel de ciertos catedráticos, con muchos problemas
para su funcionamiento en razón de una herencia académica decimonónica que fue
muy lentamente modificada a lo largo de la primera mitad del siglo XX. Por otro
lado, la protesta de 1944 sirvió también a los grupos políticos opositores al
medinismo, sobre todo de Acción Democrática, para “calentar la calle”, como
suele decirse ahora, siendo uno de los hechos de antesala al Golpe de Estado
contra el Presidente Medina del 18 de octubre de 1945, quien tenía fuerte
respaldo tanto en Mérida como en miembros de la comunidad universitaria. El 13 diciembre
de 1943 el Ejecutivo Nacional dictó el Decreto de creación de la Organización de Bienestar
Estudiantil para la Universidad Central
de Venezuela, la que durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez pasó a denominarse
Dirección de Protección de Servicios Estudiantiles (DIPSE), recobrando su
original nombre de OBE con la llegada de la democracia, y que actualmente se conoce en la Universidad de Los
Andes como la Dirección
de Asuntos Estudiantiles (DAES). Se trató de una disposición gubernamental no
solicitada por las universidades que entonces funcionaban (UCV, ULA, LUZ) de
amplios beneficios para los estudiantes que incluía becas, pago de residencias
estudiantiles, comedores, vestimentas, libros y demás útiles escolares,
servicios médico-odontológicos, financiamiento de actividades culturales y
deportivas, cobertura de costos de edición de las Tesis de Grado, etc. Nunca
antes se habían otorgado beneficios como esos, ni siquiera incluidos en los
presupuestos de las Universidades.
En su conjunto, importantes ayudas para el alumnado
universitario, que a su vez incidirían en la dinámica funcional de la
universidad y repercutiría social y económicamente de ponerse en práctica en
Mérida, como en efecto ocurrió, consecuencia de la nueva decisión del
Presidente Medina Angarita con posterioridad al justo reclamo de los ulandinos
y merideños. De aquel Decreto para la
UCV se tuvo conocimiento inmediato en Mérida y en su
Universidad, lo que generó un malestar en el sector estudiantil, hecho que fue
aprovechado por los opositores al gobierno central y regional. En ese entonces
el Gobernador de Mérida era el catedrático universitario tachirense Tulio Chiossone.
Para protestar la exclusión de la
ULA de aquella disposición gubernamental, se organizó una
marcha desde la Columna
al Libertador Simón Bolívar, construida en homenaje del traslado de sus restos
al país en 1842, hasta el Estadio Mérida, donde años más tarde se construiría
el Centro Comercial Glorias Patrias. De igual manera de realizaron varias
Asambleas en el Paraninfo de la Universidad.
Aunque la protesta era por la exclusión universitaria
merideña, casi todos los sectores estudiantiles de la ciudad se integraron a la
misma, con participación efectiva de muchos alumnos del Liceo Libertador,
denominado así en 1942, pues antes había sido el Liceo Mérida o Liceo
Universitario, ya que desde 1915 era una dependencia de la Universidad de Los
Andes; así como también de algunos estudiantes del Colegio San José, regentado
por la Orden de
los Jesuitas.
Debemos señalar que el apoyo del pueblo fue muy
significativo, de gremios de obreros y artesanos, y hasta de las “meretrices” de Cuatro Piedras,
lugar de esparcimiento ubicado en la
Avenida 1 o en el de la Calle Maldonado y el deleite
personal de estudiantes y también de profesores universitarios. Ello por que la
sociedad urbana de la ciudad serrana entendió que aquellos beneficios a los
estudiantes tendrían una repercusión económica en la misma. Con pancartas,
hojas sueltas y vociferación de consignas contra el gobierno todos esos
sectores, sin impedimento alguno de las fuerzas militares y policiales, acompañaron
a los estudiantes universitarios en la referida marcha. Para el discurso final
de la misma, y de otros que se dieron en esos días, fue escogido el estudiante
de la Facultad
de Derecho Domingo Alberto Rangel, nativo de Tovar, quien había llegado a
Mérida en 1940 para estudiar esa carrera, sin que todavía fuera un militante de
Acción Democrática. Su impetuosidad, verbo elocuente y fuerza discursiva
llamaron la atención de dirigentes de este partido, quienes prontamente
canalizaron su actividad política en Caracas. Pero esta no es la historia que
queremos contar. Muchas fuentes historiográficas, incluyendo las citadas Memoriasy Desmemorias del propio Domingo Alberto Rangel, dan cuenta de
ello. Entre otras, los artículos de uno de sus compañeros de estudios de
derecho, Rigoberto Henríquez Vera (“Un discurso de Domingo Alberto Rangel” [Protesta de estudiantes de la ULA en 1944] en Anécdotas y Relatos. Mérida, Publicaciones
RIHEVE, 2003, pp. 201-202; “Frustrada expulsión de Domingo Alberto Rangel de la ULA” en De la tiranía a la democracia. Memorias (1920-1958). Caracas,
Ediciones Centauro, 1989, pp. 228-231).
Nuevamente el testimonio de Domingo Alberto Rangel es
clave para conocer y entender lo que acontecía en Mérida a comienzos de 1944,
tanto en la efervescencia política de entonces como en lo propiamente
universitario por el referido decreto, pretexto para protestar contra el
gobierno medinista. Entre otras cosas dice: “…Las primeras adherentes que
tuvimos, fuera de los obreros y artesanos a quienes nos había tocado el papel
de pionero, iban a ser las prostitutas. Todas ellas curioseaban nuestras
reuniones y algunas de ellas de no tener
clientes, se aventuraban a mezclarse en ellas. Esa fraternización del lupanar
con el taller y la
Universidad, o sea de estudiantes, obreros y prostitutas,
jamás he vuelto a verla en mi vida. Y aún hoy, a tanta distancia en el tiempo,
me atraviesa un nudo de emoción en el alma. Ya para 1944 todas o casi todas las
prostitutas de las casas de lenocinio cercanas al círculo asistían a sus
reuniones o simpatizaban con lo que allí se hacía. Al fin y al cabo aquellas
mujeres eran explotadas y en ellas tenía que arder la llama de la conciencia de
clase. Cuando la tormenta llegara a la Universidad y a Mérida, a principios de 1944, las
hetarias como las llamó un poeta desempolvando la palabra griega, estarían a la
vanguardia.” Iniciándose ese año, además de la mencionada marcha, “…vino la
tormenta y entonces si pensamos, así fuera por horas, en la balanza nacional.
El gobierno nacional había creado a OBE para la Universidad Central.
Aquella institución era una amenaza para Mérida si la ULA no gozaba también de ella.
Luchar porque OBE se extendiera a nuestra Universidad era cuestión de vida o
muerte. En el círculo [se refiere al político vinculado a la universidad] estudiábamos el asunto…Convocaríamos a una Asamblea
General de Estudiantes en el Paraninfo de la Universidad…Imprimimos
unos volantes indicando la fecha de aquella reunión. Rigoberto Henríquez Vera
tenía un programa noticioso por “La
Voz de la
Sierra” de Adelmo Quintero y difundió hasta donde pudo la
convocatoria. Y allí hice yo mi debut como orador con un éxito impresionante.
Toda la Universidad
acogió las consignas elaboradas en el círculo para ser presentadas en aquella
asamblea. Los estudiantes, llenos de fervor, salieron a las calles inmediatas a
la Universidad,
transportados por la emoción de su fuerza recién descubierta. El Rector y sobre
todo el Gobernador del Estado sintieron una revolución crepitar a sus pies.
Días más tarde su miedo fue mayor. Se convocó a otra asamblea con asistencia de
los estudiantes de los dos únicos institutos de secundaria existentes en la Mérida de entonces, el
Liceo Libertador y el Colegio San José. Se buscaba con ello revocar las
resoluciones casi insurgentes de la primera asamblea. Pero iba a ocurrir lo
inesperado.”
Sería extenso relatar todos los hechos acontecidos.
Las distintas fuentes consultadas, además de las citadas, la prensa merideña de
entonces y hojas sueltas, permitirían escribir un trabajo más extenso sobre tan
importante hecho histórico de Mérida y de su Universidad de Los Andes en 1944.
Por ahora vamos a concluir con el desenlace del mismo. Ante los señalamientos de
Domingo Alberto Rangel en la marcha y las dos mencionadas asambleas, adversados
por estudiantes afectos al partido de gobierno, el PDN, y por otros que más
tarde militarían en el partido COPEI, solicitaron su expulsión de la Universidad, lo que no
se logró por la intervención de los alumnos del Liceo Libertador y de algunos
del Colegio San José, así como de los estudiantes universitarios militantes de
Acción Democrática y el Partido Comunista. Sin dejar de mencionar la protesta
que al efecto manifestaron aquellos sectores populares movilizados a favor de
los estudiantes y su Universidad, que también estuvieron presentes en dichas asambleas
en el Paraninfo universitario. La amenaza de un paro en Mérida contra el
gobierno de Medina de no extenderse la Organización de Bienestar Estudiantil a la Universidad de Los Andes
“alcanzaron una estrepitosa victoria”, dice Domingo Alberto Rangel. Para
entonces el Presidente Isaías Medina Angarita se encontraba en San Cristóbal en
visita gubernamental. La situación de Mérida le fue comunicada mediante
telegrama por el gobernador Tulio Chiossone. Alarmante debieron ser las
noticias del gobernante regional que Medina decidió inmediatamente trasladarse
a Mérida. Aquí se reunió primero con el Gobernador, el Rector y demás
autoridades universitarias, así como con algunos profesores afectos a su
gobierno, aceptando reunirse con los estudiantes en una Asamblea. En ésta pudo
el Presidente palpar la situación política merideña por el nuevo discurso del
estudiante Rangel, ampliamente aplaudido por los presentes, ya que además de la
petición de la OBE
huzo críticas contundentes a la situación del país. Entre las tantas cosas
dichas por él destacamos las de interés por lo que de manera inmediata se
protestaba y luchaba: “No aspiramos solamente a que el estudiantado lleve
zapatos decentes o deje de ser paria en la vida profesional. Nos preocupa
también el problema cultural de la Universidad” [Véase uno de los discursos de Domingo
Alberto Rangel en Atalaya, III, Nº
38. Mérida, 12 de febrero de 1944, pp. 1 y 3. Periódico de Acción Democrática].
Consecuencia de lo tratado en esa nueva reunión colectiva fue el
ofrecimiento del Presidente Medina de que inmediatamente se dictara el Decreto
de creación de la
Organización de Bienestar Estudiantil para la Universidad de Los
Andes, como efecto aconteció el 24 febrero de 1944, incluido en la Gaceta Oficial de
Los Estados Unidos de Venezuela Nº 21.341. Cierra Domingo Alberto Rangel en el
capítulo dedicado al asunto con estas palabras: “…Empezaba una nueva vida para
la ciudad, para el país y para el mundo…” Para el país, si, tuvo lugar el Golpe
de Estado contra el Presiente Medina del 18 de octubre de 1945, liderado por
Acción Democrática. Para el mundo, si, culminaba la Segunda Guerra Mundial en este
año. Pero para la Ciudad
y la Universidad
de Los Andes, no. Durante el llamado trienio adeco, a pesar de entrar en
funcionamiento parcial la OBE,
la situación prácticamente continuaría como el estudiante tovareño la había
descrito para 1940-1944. Así, esta premonición no se cumplió. Entre 1945 y 1948
estas serían las autoridades universitarias: Rector Edgar Loynas Páez, Vicerrector Eloy Dávila Celis y Luis
Eduardo Arocha Secretario. Después de la “tormenta”, como la definió Domingo
Alberto Rangel, “vino la calma”. La
mencionada estructura académica de la Universidad (Facultades, Escuelas y sus
respectivas Carreras) se mantendría invariable. Habría que esperar la década de
la dictadura de Marcos Pérez Jiménez y el inicio de la era democrática a partir
de 1958 para ver los nuevos cambios de modernización de la Universidad de Los
Andes, lo que analizaremos en futuras Crónicas