Mérida, Marzo Sábado 15, 2025, 07:53 pm
Orlando Oberto Urbina
bajarigua@gmail.com
Es la mujer que se destacó por un canto oriental lleno de una flor encendida de sentimiento venezolano. Desde adentro, un canto para alegrar el alma y abrir esperanzas frente al mar o al río. Entre montañas y arenas se va cantando al pescador o al cazador de la Cumaná primogénita: la que nos habla de la tierra y de las casas de bahareque, en una tierra de originaria de leyendas como su canto al corazón.
Fue Cumaná quien la vio nacer en el rincón del mar donde una vez poblaron aquellos indígenas chaimas o guaqueríes. María Rodríguez nació el 22 de julio de 1924. Fue una cantante, bailarina y cultora venezolana, y a través de ella aprendimos a conocer el oriente venezolano; fundamentalmente a partir de esas canciones que hoy llegan al alma de cualquier oriental. María, la nieta de Tomasa Rodríguez y de Lorenza Ríos, era cultivadora de los cantares y la música. Pasaban más de una semana celebrando y cantando, danzando, comiendo y bebiendo, y adornaban sus cabezas con coronas de oro, y se adornaban los cuellos con conchas marinas y plumas de colores con las que rememoraban la pesca y la caza de sus antepasados.
Se nos viene al recuerdo el baile del carite y del pájaro guarandol, así como otras remembranzas de bailes, cantos y danzas. También algunos dramas, que muchas veces se resumían en comparsas, y en la picardía del que conoce las calles con sus costumbres desparramadas en los barrios y retratada en las formas de vida de los pescadores y campesinos. Entre los personajes de la ciudad de Cumaná figura María Magdalena Rodríguez, la de la pascua y el carnaval, aquella a quien el escritor Alfredo Armas Alfonzo le brindó el apoyo para que formara parte de un proyecto de aprendizaje en una universidad que tenía como lema: “Del pueblo venimos y hacia el pueblo vamos”.
Vamos a encontrar toda una expresión folclórica en esta mujer que va a cultivar toda esa herencia en el baile de las guarichas; junto a la creación de vestuarios, cantos y música de calle con algarabía de pueblo. De todo eso estaba hecha María Rodríguez: mujer del pueblo humilde, gloria de la canción del país, donde reinaba el tema de la patria y de la historia de sus héroes, lo cual la había convertido en flor encendida de sentimiento venezolano.
La música siempre fue su pasión. Era notable en el talento de sus prestigiosos bandolinistas; compositores como los legendarios Daniel Mayz, Atanasio Rodríguez, Juan Silva y Remigio Antonio Fuentes, los cuales tenían un repertorio de merengues, joropos, estribillos, corridos, valses, pasodobles, aguinaldos, jotas, galerones, polos, gaitas, puntos, polkas y muchas más canciones con ese peculiar acento oriental y con el moldeado del sabor a pueblo vivo.
María Rodríguez es un río que corre por las raíces más profundas del país, que parece extraviarse en una crisis que nos lleva a la transculturización con otras formas que van borrando la identidad nuestra, la identidad venezolana. Hay que bregar un rato para poder escuchar sus canciones en algunas emisoras del país, las cuales tienen la responsabilidad de velar por nuestro acervo cultural. Instituciones como Conatel no parecen interesarse, ni quienes se encargan de nuestra educación formal en las escuelas. A los niños en sus reuniones les ponen unos temas musicales que van en contra de los principios morales. A menudo, el nuevo docente no toma en cuenta nuestro folclore nacional, y lo sustituye por el reguetón, un género malhablado y mediocre. De eso precisamente debe encargarse el ministerio de educación, y no lo hace. Nuestros niños desconocen nuestro acervo cultural, y nuestros bailes que deben ser integrados al conocimiento geográfico de nuestra venezolanidad.
Venezuela debe recuperar esa gran diversidad cultural que tanto incentivaron nuestros cultores para darlos a conocer. María Rodríguez es la mujer de la oración del tabaco, la que improvisa el canto y le va dando ese reajuste y fortaleza. Es la muchachita a la que un día, en tercer grado, llamaron a través de su abuela Tomasa Rodríguez para decirle que se iba a mostrar un cuadro de Simón Bolívar, y que la niña tenía que recitar unos versos el 5 de Julio en la plaza del pueblo. La maestra María Sosa le entregó los versos a la abuela. Entonces su abuela Tomasa la despertó en la madrugada, le lavó los pies, y se los metió en una ponchera de agua fría. Mientras sentía temblor, le mandó a memorizar esos versos, y así fue como los aprendió y los recitó. A pesar de su éxito en ese momento, no fue más a la escuela porque la quebraron (le rasparon el año) en tercer grado. Pero se quedó siempre con aquellos versos que siguió cantando toda la vida como una gaita oriental, y que decía así:
Libertador a Bolívar/ toda la América aclama/ y corre su inmensa fama/ del uno al otro confín..
María Rodríguez era la mujer de tanta chispa que lograba encantar con su canto, mientras interpretaba esas canciones y bailes. En 1994, fue declarada patrimonio cultural, y ya era conocida con los apodos de La Sirena de Cumaná, o La Mariposa Bailadora de Cumaná por su estilo y por la canción de la oración del tabaco.
Fue madre de siete hijos.
Desde muy niña tuvo esa pasión por la música y el baile. Algunos musicólogos han manifestado que la música oriental venezolana lleva una herencia de raíz andaluza, y también algunas reminiscencias árabes y de los indios caribes, chaimas y guaiqueríes que en esa zona de Cumaná habitaron como nuestros ancestros.
La música oriental lleva un sello muy particular en el pentagrama musical venezolano, por su inmensidad y su sabor único a sancocho, al mar inmenso, y a toda una historia gloriosa guardada en todo el estado Sucre. En María Rodríguez estaba la autenticidad, así como la de otros cultores salidos de esa tierra florecida de canto y poesía: la tierra del Canchuchú florido de Luís Mariano Rivera, de Gualberto Ibarreto, Hernán Marín, Nelson Díaz, Andrés Eloy Blanco, José Antonio Ramos Sucre y Cruz Salmerón Acosta, entre otros, porque esa tierra de emoción y belleza integra toda esa expresión de un polo oriental hasta un estribillo de guacharaca.
La Mariposa de Cumaná vive por su canto recio y auténtico que la hizo emerger de esa autenticidad y forma de bailar y cantar con ese sentimiento y expresión festiva que le ponía a cada melodía, y que llevaba ese sello oriental, como en “Río Manzanares” y “La Oración del Tabaco”.
Su madre fue Carmen Rodríguez y su padre Jesús Ríos, quien además era cuatrista. Se dice que fue influenciada por Aurelia Rodríguez (prima de su mamá), quien la llevó a bailar “La sirena”. A la edad de 10 años, María mostraba ya dotes de ser una excelente bailarina, y participaba en los eventos que marcaban la tradición local: Semana Santa, Carnaval, Velorio de la Cruz de Mayo, y Navidad.
Al finalizar los años 60, ya María Rodríguez tenía sus primeros discos grabados, la representación de Oriente por la pureza de su canto y su particular forma de bailarlo y darle esa identidad que la llevó a representar a Venezuela en varios países. Además de haber dejado una enseñanza sobre el folclore sucrense a través de la universidad de Oriente, donde laboró por más de 25 años.
Entre sus canciones más conocidas están: La Iguana, La Mariposa, Soñé Con El Mariscal, Los Dos Titanes, y La Oración del Tabaco, que fueron compuestas e interpretadas por ella misma en su expresión muy particular.
Nuestra María Magdalena Rodríguez se nos fue un 30 de septiembre de 2014 a la edad de 90 años. Sin embargo, la Mariposa de Cumaná sigue bailando y cantando.