Mérida, Diciembre Domingo 01, 2024, 12:36 pm
Arranca la conferencia de Naciones Unidas sobre el
cambio
climático, Bakú, Azerbaiyán, del 11 al 22 de
noviembre 2024,
la Conferencia de las Partes 29 (COP29) del Acuerdo
de París.
Seremos nuevamente víctimas ilusas de un nuevo
bombardeo
de declaraciones rimbombantes sobre la amenaza
planetaria
y el destino de la humanidad.
Hace 32 años que se firmó el Acuerdo Marco de
Naciones
Unidas sobre el Cambio Climático (Rio de Janeiro
1992),
compromiso mundial para limitar el aumento de la
temperatura del planeta provocado por la actividad
humana. El avance ha sido prácticamente nulo.
El Protocolo de Kioto de 1997 fue un fracaso, debido
principalmente al retiro unilateral de Estados Unidos
en el
2001. El objetivo de este protocolo era una reducción
simbólica, de apenas 6%, en las emisiones de gases de
efecto
invernadero de los países industrializados para el
2010 en
comparación con las de 1990.
En el 2015 se firmó el Acuerdo de París, con la participación
renuente de Estados Unidos al final de los 8 años de
la
presidencia de Barack Obama. El congreso
norteamericano
nunca lo ratificó. Donald Trump retiró a Estados
Unidos del
Acuerdo de Paris al inicio de su presidencia en el
2017.
Joe Biden se reincorporó en el 2021. El presidente
electo para
el período 2025-2028, Donald Trump, ha anunciado su
decisión de retirarse nuevamente del Acuerdo de Paris
apenas asuma el cargo a inicios del 2025. Es en este
escenario de promesas falsas, incertidumbre, alarma, desesperación
y pesimismo que se celebra la COP29 en
Azerbaiyán.
El Acuerdo de París tiene como objetivo central
evitar que el
aumento de la temperatura superficial promedio del
planeta
supere los 2°C para finales de este siglo, en menos
de 80 años,
con respecto al promedio de la época preindustrial
(promedio 1880-1900), “haciendo lo posible por
limitarlo a
1,5°C para el 2100”
El 2023 fue el año más caliente de los últimos
120.000 años,
registrando un aumento de 1,4°C sobre el promedio de
la
época pre-industrial. El 2024 va a superarlo como el
año más
caliente en más de mil siglos, alcanzando 1,5°C, el
límite
preferido establecido en el Acuerdo de Paris para
finales del
siglo 21.
La tendencia actual conduce a un aumento de 4°C para
finales de siglo, un escenario literalmente infernal.
Aún en el
supuesto de que todos los países cumplan todas sus
promesas en el Acuerdo de Paris, un escenario
extremadamente poco probable, para finales de siglo
se
registraría un aumento de 3°C sobre el promedio de la
época
pre-industrial.
En la actualidad, la concentración de CO2 en la
atmósfera es
de 422 partes por millón. La última vez que se
registró algo
parecido fue hace 4 millones de años, cuando los
humanos
no existían. La temperatura se encontraba 3°C por
encima del
nivel actual y el nivel del mar se encontraba entre
20 y 24
metros sobre el que conocemos.
Eso fue lo que ocurrió la última vez que la
concentración de
CO2 se encontraba en los niveles que tenemos hoy.
Para el año 2050, en menos de 30 años, el aumento de
la
temperatura superficial promedio global cruzará
irremediablemente el temido límite de los 2°C. Vamos
camino
a un aumento de 3°C a 4°C para finales de siglo.
“Hemos abierto las puertas del infierno” – así lo
resume el
secretario general de la Organización de Naciones
Unidas,
Antonio Guterres – “Nos dirigimos hacia un mundo
inhabitable”
Aunque el aumento de temperatura a escala global era
de
apenas 1,4°C para finales del 2023, ya desató una
desestabilización ecológica sobre Venezuela. Ya
presenciamos sus primeros impactos, alarmantes
advertencias
de lo que se avecina. Ya perdimos todos nuestros
glaciares. El
aumento de la temperatura acumulado hasta la fecha
derritió las masas de hielo que habían permanecido
durante
más de 20.000 años en las crestas más elevadas de los
Andes
venezolanos.
Otros efectos son inminentes: el aumento en el nivel
del mar,
el azote cada vez más feroz de los huracanes, y la
pérdida de
las condiciones de habitabilidad de la mayor parte
del
territorio nacional.
Nivel del Mar
Las masas de hielo sobre Groenlandia, en el Ártico,
se están
derritiendo a una tasa aterradora: 30 millones de
toneladas
por hora. Algo similar ocurre con el hielo en la
Antártida: se
está perdiendo a 400 millones de toneladas cada día.
Las tendencias actuales conducen a un aumento en el
nivel
del mar de al menos un metro para el años 2050 y de 2
a 3
metros para finales de siglo, en menos de 80 años.
Las consecuencias serán catastróficas. Las playas de
Venezuela quedarán bajos las aguas. Puertos,
aeropuertos,
carreteras y ciudades quedarán inutilizadas.
De la misma manera que desaparecieron los glaciares,
y por
la misma razón, también van a desaparecer playas,
fuentes
de agua, tierras fértiles y la habitabilidad misma de
la mayor
parte del país, entre otros efectos aterradores del
calentamiento global sobre Venezuela a corto plazo. Al
menos 5 millones de venezolanos tendrán que ser
evacuados permanentemente, a sitios más elevados, en
menos de 30 años. La tragedia humana que se avecina
es
dantesca. Las pérdidas económicas son astronómicas.
Huracanes
El mar más caliente se evapora más rápidamente,
inyectándole más vapor de agua a la atmósfera. Como
el
aire también se ha calentado, puede retener más vapor
de
agua.
Los huracanes se alimentan de la energía que le
suministra el
aire caliente cargado de humedad. Al aumentar la
temperatura del aire y la humedad, los huracanes se
hacen
más potentes y más destructivos.
Venezuela cuenta con un escudo protector que forman
las
islas del Caribe, justo frente a Venezuela. Estas
islas
contribuyen a desviar los huracanes hacia el Norte.
Huracanes cada vez más poderosos y violentos tienden
a
superar el obstáculo que le presentan las islas del
Caribe, por
lo que tienden a arremeter más directamente contra
Venezuela. Los venezolanos no estamos acostumbrados a
vientos huracanados. Nuestra infraestructura no ha
sido
diseñada para resistir la violencia de huracanes de
categoría
3, 4 o 5. Por lo que la destrucción tiende a ser
mayor que en
países acostumbrados a los impactos de los huracanes,
especialmente porque arremeterán contra una población
desprevenida.
Habitabilidad
La temperatura promedio mundial, en la superficie de
la
Tierra, es de 15°C en la actualidad. En el trópico la
temperatura promedio tiende a duplicar el promedio
global,
especialmente en las regiones más cercanas al ecuador
y
más cercanas al nivel del mar. En ciudades como
Barinas, San
Fernando o Acarigua el promedio anual es de
aproximadamente 27°C.
Un aumento de 3°C a escala global implica un aumento
de
5°C a 6°C en el llano venezolano, en la costa, en el
Sur del
Lago y en la mayor parte de Guayana. La temperatura
anual
promedio en estas regiones del país tiende a exceder
los 32°C
para finales de siglo.
Estas temperaturas, en combinación con los elevados
niveles
de humedad, superarán los límites de la resistencia
humana.
Se establecerían en la mayor parte de Venezuela
temperaturas anuales que hoy sólo se registran en el
desierto
del Sahara.
Se encuentran en sus etapas iniciales de gestación
movimientos migratorios masivos. Primero dentro del
país,
hacia las montañas Andinas y hacia la Cordillera de
la Costa,
principalmente. Más adelante, la migración masiva
será
principalmente hacia el norte, hacia Estados Unidos y
Europa.
Como situaciones similares afectan a otros países
tropicales
de América Latina, África y Asia, las migraciones
opacarán a
las actuales como insignificantes. En lugar de
cientos de miles,
serán cientos de millones. La única forma de detener
invasiones de tal magnitud será por la violencia
organizada o
la propagación de enfermedades contagiosas mortales:
armas biológicas.
Hay que tomar conciencia de las amenazas que nos
acechan, de la avalancha de efectos sobre nuestra
seguridad y la de nuestros descendientes más
inmediatos.
Es tiempo de actuar con determinación, no sólo en
nuestro
propio beneficio, sino especialmente en defensa de
derechos
fundamentales de nuestros descendientes inmediatos.
La sociedad venezolana debe organizarse y tomar
control de
su propio destino. Continuar confiando en los
políticos de
turno ha demostrado ser una decisión suicida.
Urge la definición de una política nacional sobre el
calentamiento global, con la más amplia participación
ciudadana, para contribuir a detener esta amenaza
planetaria y para preparar a la población ante la
arremetida
de sequías más pronunciadas, inundaciones más
destructivas,
ante la escasez de agua y de electricidad, ante la
pérdida
de la fertilidad de los suelos, ante la presencia
cada vez más
frecuente de olas de calor más allá del límite de la
resistencia
humana.
Está en juego nuestra propia sobrevivencia, especialmente la
de nuestros hijos, la de nuestros nietos.