A días del Mundial, el tema de los derechos humanos y de corrupción no cesan
A medida que se acerca la fecha de inauguración de la Copa Mundial de
Fútbol (20 de noviembre), Qatar ha quedado más expuesta que nunca a las
presiones occidentales debido al tema de los derechos humanos, y a los
de corrupción por haber sido designada sede.
Las alertas sobre la
suerte de los trabajadores migrantes, que han generado una campaña para
crear un fondo de indemnización, aparte de la discriminación de las
mujeres y de las minorías gays, le han ofrecido al emirato una
publicidad tan abundante como desfavorable.
Y es que este
microestado petrolero se encuentra bajo presión a pesar de que ha
llevado adelante una millonaria diplomacia deportiva –gastando sin
frenos ni pudor- en la búsqueda de apoyos internacionales. Y ¿qué mejor
escenario que una Copa Mundial para publicitarse?
Pero
realmente no es nada fácil y así lo aseguran especialistas en
geopolítica, que ven la confrontación futbolística como un asidero poco
firme para Qatar en lo que quiere mostrar ante el mundo.
"Es una
nueva potencia, que tiene poco background histórico, por lo que su
imagen no es la misma que una potencia mundial", a diferencia de
imperios como Rusia y China, organizadores del Mundial-2018 y de los
Juegos Olímpicos de Invierno 2022, respectivamente, señala Raphaël Le
Magoariec, estudioso del deporte de los países del Golfo en la
Universidad de Tours, Francia.
Desde Uruguay en 1930, organizador
del primer Mundial de Fútbol en solo tres estadios, nunca un país tan
pequeño había albergado la joya de la FIFA, que necesitó de 5.896
millones de euros para construir ocho estadios de 40.000 a 94.000 plazas
en un territorio desértico, de apenas 11.610 kilómetros cuadrados,
dimensiones parecidas a las del estado Mérida.
Bajo visos de corrupción Tampoco
un torneo de este tipo había recibido tantas críticas, desde que fuera
designado como organizador a finales de 2010, entre sospechas inmediatas
de corrupción y denuncias del impacto medioambiental y social.
Despachos
cablegráficos destacan que el proceso de designación del primer Mundial
árabe fue vinculado con un plan de sobornos a diferentes miembros del
Comité Ejecutivo de la FIFA para favorecer a un emirato de nula
tradición futbolística, escasa amplitud territorial y temperaturas
agobiantes, pero con una ferviente ambición de establecerse como capital
deportiva del Golfo Pérsico.
En ese 2010, Estados
Unidos era el favorito para ganar la designación de la FIFA, pero Qatar,
a pesar de los factores que le jugaban en contra, pudo derrotar al
gigante norteamericano en la ronda final con 22 votos a favor y 14 en
contra.
De inmediato las sospechas de corrupción en el
procedimiento no pararon de crecer, por lo que la FIFA inició una
investigación interna a cargo de Michael J. García, exfiscal general de
Estados Unidos, quien renunció a su cargo cuando la Comisión de Ética
dictaminó que no habían existido irregularidades.
Pero,
las investigaciones de la prensa europea revelaron que el presidente de
la Federación qatarí y también titular de la Confederación Asiática de
fútbol, Mohammed bin Hamman, pagó hasta 3,6 millones de dólares a 30
miembros de la FIFA para asegurar el voto favorable a Qatar.
Según
el periódico británico The Sunday Times, el camerunés Issa Hayatou y el
marfileño Jacques Anouma, ambos integrantes del Comité Ejecutivo de la
FIFA, recibieron un soborno de 1,5 millones de dólares.
Nueve
días antes de la votación, el entonces presidente de la UEFA, el
francés Michael Platini, se había reunido con el presidente de Francia,
Nicolás Sarkozy y el jeque Tamim bin Hamad Al Thani, emir de Qatar, para
lograr el apoyo a la candidatura.
La estrategia de
comprar voluntades también involucró a dirigentes de Argentina y Brasil,
según descubrió la Justicia de Suiza en la investigación por
irregularidades.
Entretanto, en mayo de 2015, la
justicia estadounidense ordenó la primera ola de detenciones a
dirigentes acusados de fraude electrónico, blanqueo de dinero y
extorsión. El FBI tomó cartas en el asunto una vez que se comprobó que
el pago de algunos sobornos se canalizó mediante entidades financieras
locales, lo que materializaba el delito en territorio estadounidense.
En
diciembre de ese 2015, el expresidente de la FIFA, el suizo Joseph
Blatter, y Platini fueron suspendidos por el Comité de Ética de la
entidad. Unas 42 personas, entre dirigentes y empresarios, fueron
acusadas de participar del FIFA-Gate.
Por su parte,
Qatar rechazó todas las actuaciones judiciales sobre irregularidades en
la obtención de la sede del Mundial 2022, cuya candidatura se basó en
atraer a nuevos aficionados al fútbol en Oriente Medio, en consonancia
con el objetivo de Blatter de expandir el fútbol mundial.
"Pese
a que las falsas afirmaciones circulan desde hace años, no se encontró
evidencia alguna de que Qatar se adjudicase el derecho a organizar un
Mundial de fútbol con métodos no éticos o por fuera de las rígidas
reglas de asignación de la FIFA", aseguró el emirato en un comunicado.
Las
autoridades qataríes reiteraron que se "respetaron rigurosamente todas
las normas y reglamentos en la designación de las sede y cualquier
afirmación en sentido contrario carece de fundamento".
Sin embargo, las sospechas se mantienen, a menos de un mes de la Fiesta Mundial.