Mérida, Febrero Sábado 08, 2025, 08:02 am
Hoy domingo XI del tiempo Ordinario, celebramos en nuestro país el Día de papá, un día para agradecer el don de la paternidad que es reflejo del amor de Dios Padre que ama incondicionalmente y con entrega generosa el tesoro de sus hijos.
La presencia de un padre en la vida de una persona no puede desvalorarse. Numerosos estudios y testimonios comprueban la influencia positiva que los padres ejercen en la formación de los valores y conductas de sus hijos. Es por ello que desde la reflexión de la Iglesia podemos decir que hoy más que nunca, necesitamos padres que: No se cansen de hablar de la fe a los hijos. Siempre hemos escuchado que familia que reza unida, permanece unida. Que grande el papá que es el primero en orar, en estar de rodillas ante el Señor y mostrar a sus hijos que solo en Dios está nuestra esperanza.
En segundo lugar, nuestros hijos hoy demandan un padre que esté presente y acompaña, no es solo proveer es estar con ellos, saber de sus alegrías y tristezas, llorar y reír, soñar y dar la fuerza necesaria para alcanzar sus metas. Hay que perder tiempo con los hijos, y dejar a un lado nuestras superioridades de grandeza y valor, para poder conocer el camino de crecimiento de nuestros hijos.
El Papa Francisco nos recuerda que: el padre al igual que el ejemplo de la parábola evangélica del Hijo pródigo sabe esperar en la puerta de casa el retorno del hijo que se equivocó. Sabe perdonar, sabe corregir. De modo análogo, añadió el Pontífice, "también hoy los hijos al volver a casa con sus fracasos necesitan a un padre que los espere, que los proteja, los anime, les enseñe cómo seguir por el buen camino.
En tercer lugar, es muy importante que el método de enseñar sea con dulzura y firmeza. Durante una Audiencia General de 2015, el Papa Francisco, señaló que para ser un buen padre es necesario tratar de enseñar lo que el hijo aún no sabe, corregir los errores que aún no ve, orientar su corazón, protegerlo en el desánimo y la dificultad. Todo ello con cercanía, con dulzura y con una firmeza que no humilla. Muchas veces una mirada, una palabra oportuna y sabia dice más que un castigo severo.
Por otra parte, un padre debe preguntarse permanentemente qué padres han tenido y qué padres quieren ser. Cada generación es hijo de su tiempo, las realidades de un mundo en constante cambio y evolución exigen auto-evaluarnos, mirarnos a lo profundo, para sacar del tesoro de lo viejo y lo nuevo lo mejor de nosotros para ayudarles a descubrir y vivir el horizonte de sus vidas.
El rol de la paternidad no es el resultado de la casualidad o simplemente la consecuencia de una experiencia pasada, sino que deben decidir conscientemente de qué modo amar a alguien, de qué modo responsabilizarse de alguien, enfatizó el Papa Bergolio.
Un quinto elemento es el saberse retirar en el momento justo para que nuestros hijos brillen con luz propia, esto requiere humildad y desprendimiento, admiración y confianza para que cada hijo pueda emerger con su belleza, con su singularidad, con sus elecciones, con su vocación propia. De allí el cuidado que debemos tener con la tentación de creernos dueños de las vidas de los hijos, el imponer desde arriba, y agobiar a nuestros hijos con una escena de excesivo protagonismo paternal, que no permite ser ni vivir su propia realidad personal.
La invitación es a mirar a San José e imitar su capacidad de saber hacerse a un lado, su humildad, que es también la capacidad de pasar a un segundo plano, teniendo clara conciencia que mis hijos no me pertenecen, han sido dados en préstamo para hacer de nuestra vocación paternal, la obra del amor que fecunda vida; custodios de la fe y del amor de Dios que se hace visible en cada padre que sabe amar y darse como lo hizo el carpintero de Nazaret.
¡Feliz día papá!
Mérida, 16 de junio de 2024