Mérida, Marzo Domingo 16, 2025, 05:22 pm
La política y la democracia, por lo menos en lo que América Latina se refiere, siguen estando en un momento complejo y de reordenamiento, con deudas enormes con sus ciudadanos, que reclaman pudor, seriedad, mayor decencia y honestidad de quienes ejercen la política, rasgos y aspectos que no implican bajo ningún concepto el que postulemos como lo hemos señalado de manera reiterada una visión o desempeño angelical o ingenuo de quienes se dedican a la política, pero si evidentemente una actividad que retome principios básicos, reglas de juego elementales, que tenga decoro, ética, responsabilidad y honestidad en función de un proyecto colectivo y loable que calificamos de democrático y ciudadano.
Las fallas reiteradas de la política y los políticos incidirán en la calidad de la democracia y en los ciudadanos respectivamente si nuestros lectores tienen duda miren lo acontecido en esta décadas en Venezuela y no sólo nos referimos al gobierno actual que por supuesto tiene una responsabilidad ineludible e inexcusable en la tamaña crisis en sus diversas aristas que registra nuestro país, y donde vamos a dejar a la oposición que compite por su orfandad e impudicia con el gobierno que tanto critica.
Por tanto, una mala política y un mal político desdibujarán la democracia y producirán los suficientes gérmenes, malestares y condiciones para el surgimiento de todo tipo de propuestas, proyectos y estilos, que no necesariamente representan una alternativa democrática, más aún, terminan seduciendo ciudadanos y posteriormente (salvo excepciones) deteriorando, por no decir destruyendo, lo que tanto han criticado de sus antecesores, repito, como ha ocurrido en la experiencia venezolana de finales del siglo XX y primeras dos décadas y media del siglo XXI con el llamado chavismo.
El hastío hacia la política y, más concretamente, hacia sus representantes no es algo nuevo. La tragedia de Venezuela tiene que ver con sus instituciones, llámense partidos políticos viejos y nuevos en el gobierno y en la oposición y por supuesto en la clase política que Venezuela ha tenido en las últimas cuatro décadas literalmente amorfa, desvertebrada, impúdica, irresponsable y que no ha estado a la altura de las exigencias y demandas de una sociedad que tiene décadas reclamando transparencia, servicio, honradez, respeto al erario público y decencia. La sociedad venezolana ha sido sometida a situaciones degradantes, maltratos de todo tipo, a convivir y comulgar con lo más nefasto que pueda imaginarse en el interior de sus partidos nuevos y viejos, en el gobierno y en la oposición salvo excepciones que por supuesto las hay.
La historia contemporánea de Venezuela pudo ser otra. Nos han obligado a comulgar con una clase política indocumentada, analfabeta, ruin, indecorosa y profundamente irresponsable. Y no es que los venezolanos estemos buscando a José Gregorios Hernández en los partidos o a la Madre María de San José. El descalabro actual en la arista que se coloque de la tamaña crisis que tenemos tiene su epicentro en una profunda disfunción de nuestros partidos y dirigentes, sin importar si son de derecha o izquierda tienen en común el ver la política como una mercancía sujeta a precio, a compra venta.
Los venezolanos no nos chupamos el dedo y a más de uno no nos sorprende el descalabro, estafa y corrupción que recientemente ha salido con el manejo de millonarios recursos que fueron aportados por distintos países, fondos y demás para la ayuda humanitaria de Venezuela y los venezolanos. Es asqueante leer los reportajes y estudios recientes que responsabilidad a un importante sector de la oposición en la apropiación indebida de esos fondos con fines humanitarios, fondos que nunca llegaron a tantos hogares venezolanos carentes de salud, alimentación, y múltiples necesidades en plena pandemia y años siguientes.
Escribo esta columna que el Diario El Nacional me concede hace años para mostrar a través de estas líneas la indignación, la molestia, el hartazgo a que hemos sido sometidos los venezolanos, reitero no es algo exclusivo del gobierno sino compartido con creces por un sector importante de la oposición. En lo personal lo he manifestado en foros, actividades y demás, no sólo no estoy inscrito en ninguna organización política (aspecto que no es un pecado si lo estuviese) sino que me he declarado opositor del gobierno tan ruin que tenemos como de la pestilente oposición. Basta de circos, de engaños, de atajos, de mentiras.
Este país le quedó no grande sino inmenso a nuestra actual clase política. No hay debate, no hay discusión, no hay – salvo excepciones– planteamientos serios, densos, propuestas reales de país, de reforma, de evaluación del Estado y sus instituciones, de sus finanzas, recursos, educación, presente y futuro (corto, mediano y largo plazo).
Venezuela es un país generoso, inmensamente hermoso, pleno de recursos por doquier, gas, petróleo, minerales, ríos, biodiversidad y su gente, su talento humano, sus profesionales, sus agricultores, sus pequeños empresarios, su gente, pero tanta bondad y generosidad dada por el creador ha sido soslayada por la clase política inmunda que milita en los distintos partidos en todo el espectro político-ideológico (con excepciones).
Venezuela pasó del partidismo al militarismo, ambos virus, ambos excesos explican parte de la tragedia nacional. Es increíble e inexcusable lo que vivimos a diario en Venezuela, las cifras de retroceso económico, humano, en salud, en educación, en calidad de vida. Perdonen mis apreciados lectores el tono crítico de estas líneas que más allá de todo están cargadas de esperanzas para un país y unos venezolanos que merecemos una historia diferente. Hay que volver a parir a Venezuela. Dios nos bendiga a todos los venezolanos, los que se fueron y los que nos quedamos, unos y otros apostando a VENEZUELA.