Mérida, Marzo Martes 18, 2025, 03:14 am
Hoy 9 de julio del 2024, se conmemoran los que hubieran sido los noventa años del nacimiento de nuestro amado padre, José de Jesús Cordero Ceballos, cuyo recuerdo permanece incólume en nuestros corazones.
Para
el ser humano en general, el lugar en el que crece y aprende sus primeras
letras pasa a constituir con el tiempo, el punto evocador de sus reminiscencias,
cuyos ecos resuenan a veces, dulcemente, como pasos amortiguados desde el pasado.
Pero para un niño sensible como lo fue JJ Cordero Ceballos, que llevaba dentro
de sí la semilla de un futuro escritor, esas reminiscencias de la vida
cotidiana de su infancia, se convirtieron, además, en una fuente de alegría y
de inextinguible y hermosa inspiración. Lo sabemos de primera mano. Fuimos
testigos de que atesoraba esos recuerdos con esmero, en ese rincón en donde los
escritores se recogen a veces para buscar sosiego en medio de las
complicaciones de la vida adulta.
Aunque
el destino llevaría a papá a recorrer el mundo, y las grandes ciudades
internacionales y en especial Caracas, lo cautivaron por su pujanza y
trepidante ritmo, él mantuvo siempre presente en un lugar predilecto de su
corazón, a su pueblo originario. Sus escritos
profesionales se centraron en el devenir histórico de las naciones latinoamericanas
y en las de sus héroes de independencia, pero aquí quiero resaltar y honrar aquella
parte de su obra, menos conocida y rutilante: la de sus cuentos y poemas inéditos,
porque son el resultado de las vivencias de un niño tempranamente curioso y
observador. Creo que no exagero al decir que papá logró representar
adecuadamente a su país en otras tierras y fue ejemplo de conducta moral en el
ejercicio profesional a lo largo de su carrera, pero es necesario señalar que
fue también embajador, a carta cabal, en primer lugar, de su terruño andino,
como todo coterráneo que se precia de tal, y luego, de su pueblo natal y de la
vida maravillosa que experimentó en ese espacio geográfico irrepetible.
Papá
ponía de manifiesto constantemente sus recuerdos de Tovar en sus chistes, que
amenizaban las reuniones familiares, en la forma en que prefería las estancias
cortas en la playa frente a largos recorridos por los paisajes de montaña y su
deseada contemplación. En el tradicional y sagradísimo ritual decembrino de
preparación del pesebre familiar, tan cubierto del brillo de la escarcha que
chispeaba en los ojos, y que procedíamos a coronar con abundante talco, siempre
bajo sus indicaciones, para semejar las nieves andinas que lo retrotraían a su
terruño. Las navidades tovareñas con sus paisajes de algodón; la sana paz de su
celebración, salpicada de vez en cuando por la chispeante irreverencia del consabido
borracho de turno; sus misas de aguinaldo; la evocación permanente a doña Encarnación
Ramírez con sus encargos urgentes para la fabricación de las ovejitas de anime que
se añadían a los pesebres; las
indicaciones afectuosas de la maestra que guiaron su acercamiento a las primeras
letras; la devoción con que atesoraba los ejemplares de los libros que fueron
testigos de sus primeros esfuerzos por descifrar los símbolos del alfabeto; sus
compañeros del liceo; sus inolvidables maestros de bachillerato, de marcadas ideas
antiimperialistas; todos se mantenían vivos en los recuerdos de nuestro amado
padre. Tovar siempre se hacía presente en el relato de sus cuentos de
aparecidos pueblerinos; en las referencias a sus costumbres y tradiciones. La
conciencia de las desigualdades sociales que observó, siendo niño, como por
ejemplo, la cruel intransigencia de lo que él llamaba un mal maestro ante la
torpeza de aquellos de sus compañeros que tenían limitadas las habilidades
exigidas por el entonces sistema de instrucción; los prejuicios que sufriera
por su origen social humilde y que el liceo se encargó de atenuar, pues fue un
dedicado estudiante; todo era memoria viva en las narraciones de papá y fueron su inspiración
para escribir en sus últimos días.
Con
las vistas de su pueblo natal, que llevaba, estoy segura, grabadas en sus
pupilas, papá hizo su hogar en Caracas y organizó su prolífica biblioteca ubicada
en el rincón más verde de la casa. Porque, parafraseando a aquel poeta, el de
los pinos verdes y de las genistas amarillas, papá siempre quiso tener buenas
vistas para poder escribir … las vistas de los caminos montañosos que amó desde
su infancia y que añoraba; las que solo ofrecen los cerros andinos salpicados
de su frailejón autóctono.
Evocamos hoy 9 de julio del 2024 a aquel Tovar de ayer, que JJ Cordero Ceballos recorría vestido con sus pantalones cortos mientras hacía los mandados para su madre Ana Isabel o mientras iba a dejar en la casa de algún vecino los inigualables suspiros que elaboraba su tía, doña Trina de Osuna, y nos acercamos hasta el pueblo actual, más extendido que aquel de entonces, pero que abriga la misma efervescencia intelectual que lo ha caracterizado siempre. El recuerdo de JJ Cordero Ceballos permanece hoy entre sus coterráneos tovareños porque la razón de esta conmemoración es la celebración de la cosecha de su intelecto, que fue fecunda y múltiple y porque, al fin y al cabo, son las obras las que se mantienen indelebles en la memoria de los hombres y de las mujeres de todos los tiempos.
Para finalizar
estas breves palabras quiero manifestar el agradecimiento de mi madre, de mis
hermanos y el mío propio al equipo de trabajo que coordina acertadamente el apreciado
amigo Néstor Abad Sánchez, porque toda memoria intelectual permanece viva si
hay alguien que, con generosidad y devoción, despliega los recursos para
mantenerla oxigenada. Tenemos, además, una deuda de gratitud con el grupo
humano que ha organizado el concurso infantil y juvenil que lleva el nombre de
papá y sobre cuyos hombros se desarrolla y crece la asociación que acoge su
legado y el de los demás intelectuales tovareños de talla nacional que darán
vida, esperemos que, por muchos años, a la Casa de los Saberes tovareños.
Y nuestra
especial gratitud a los pequeños aprendices de escritores que han participado con
entusiasmo en el concurso JJ Cordero Ceballos (Daniela Inmaculada Carrero Vivas,
Dargenis Chacón, Derek Andrés Contreras Rojas, Jaibeth Contreras Molina, Aranza
Monserrat Duerto Gómez, Anailé Kamila Guillén Sánchez, Adrián José Molina
Araque y Karla Isabella Morales Peña). Sin duda, papá estaría feliz con su
participación porque adoraba la infancia y porque estos niños, niñas y jóvenes son
el semillero que recogerá los frutos de una cosecha honrosa para un pueblo tan
pleno de inquietudes intelectuales como es Tovar. Deseamos que papá siga
cumpliendo años, al menos noventa más, en el espíritu de estos aprendices que desde
hoy inician su recorrido por el camino esplendoroso de las letras.
¡Muchas gracias a todos!
En
Gallur, Provincia de Aragón, España, 9 de julio de 2024