Mérida, Marzo Domingo 16, 2025, 06:42 pm
Orlando Oberto Urbina
bajarigua@gmail.com
Foto: Heberto León Escalona
Este ilustre hombre -del cual conocí su sencillez habitual, y su preocupación por la historia paraguanera- nació en el caserío el Hato, estado Falcón, el 24 de noviembre de 1922. Después de haber pasado por varios lugares, se radicó allí para consolidar una interesante investigación sobre biografías, nombres de pueblos indígenas, y las vidas de los héroes y heroínas de nuestra península. Como cronista nos dio una interesante cátedra de historia sobre la misma tierra, y sobre Josefa Camejo.
Juan de la Cruz Esteves, o como cariñosamente se le conocía, Juan de la Sed, merece nuestro reconocimiento por sus extraordinarios libros de poesía, crónica e historia. Ese interesante personaje de quehacer de labriego o marinero nos va dando en su poesía sencilla la tierra agreste, con la misma inspiración de cantor de nuestros paisajes como su libro “Agua en Totuma” publicado por el Colegio Nacional de Periodistas, seccional Paraguaná en 1982, aunque tuvo su primera edición en 1955. Nos lleva Juan de la sed por los caminos que no hemos mirado ni caminado, en oraciones sobre la lluvia que es esperanza de todo Paraguanero, porque de la tierra nace ese amor consentido de velar siempre por sus sueños. Así como su otro libro, “Canto a Paraguaná”.
Juan de la Cruz nos dejó una interesante descripción en sus investigaciones sobre el estado Falcón a través de obras como “ Nombres Propios”, “La Heroína Josefa Camejo”, “Topónimos Indígenas de Paraguaná”, “Paraguaná en el Tiempo”, “Juan Garcés”, Liceo “Héctor Manuel Peña” y “Paraguaná Histórica y Geográfica”, “Baraived”, “Itinerario Lírico”, “Los Taques. Puerto hacia el Progreso”. Un hombre dedicado de lleno a la escritura que fue miembro del Centro de Historia del estado Falcón, y se dio a conocer como reconocido cronista del Municipio Falcón. Trabajaba en Pueblo Nuevo, y fue colaborador de varios medios impresos en la región.
Quienes conocieron a este interesante personaje de origen campesino, decían que Juan de la Sed vivió la emigración en las ciudades grandes de Venezuela, y trabajó en las petroleras. Con grandes esfuerzos, comenzó su preparación intelectual en Maracaibo sin llegar a diplomarse. Diríamos que fueron tan importantes sus obras que me interesó mucho su humildad, la de un hombre historiador y con una gran talla intelectual, pero que lo hacía muy modesto, con esa humildad de la cual carecen muchos. Sentado en su bodeguita en el Hato, monte adentro en El Buchal, vivió pobre pero dignamente, entregado al estudio de la historia local, con una gran biblioteca donde consultaba reconocidos autores y libros de interés. Se sentía muy agradado cuando se le visitaba. Sus crónicas nos enseñaban la importancia de una legislación sobre la defensa y conservación del patrimonio cultural.
Nuestro querido Juan de la Sed depositaba su amor a la tierra como frutos del cardón y el semeruco. Era como el guayacán le daba sombra a la crónica regional, y fraguaba ese conocimiento de pueblo que deseaba reavivar la historia de nuestros ancestros. Tal como señalaba Arcadio González Acosta en el diario “Médano”, Juan es uno de los cronistas más productivos que ha tenido Falcón. Siempre estuvo comprometido con la causa del bien común para la gente humilde de Paraguaná.
Su capacidad creadora alcanzaba distintos espacios dentro del amplio espacio de la escritura: poesía, crónica e investigación. Era un escritor que nos llevaba desde las costumbres y a la lengua autóctona. Fue uno de los luchadores por un liceo para Pueblo Nuevo en 1966, con lo que se ganó el apoyo de todos los paraguaneros. Su preocupación por el futuro de las nuevas generaciones de ese entonces se hace realidad. Ese gran sueño se dio ese mismo año: el liceo tuvo como epónimo el nombre de otro distinguido y notable personaje: el “Br. Héctor M. Peña”.
Juan de la Sed -o Juan de la Cruz Esteves- perteneció a los Grupos literarios Coro y Península, de los cuales se conoce muy poco. Es que -sin pedantería- parece que la tierra falconiana está llena de historias fascinantes que hicieron travesías para lograr un sitial histórico bien rico en sus grandes hazañas. De éstas también nos hablaron algunos hombres y mujeres que pasaron por nuestra entidad falconiana como: Alexis Márquez Rodríguez, Juan David García Bacca, y otros más. De manera que todo es aprendizaje. Señalaba nuestro poeta ya fallecido Douglas Salazar que la obra poética de Juan de la Cruz Esteves no se podía limitar a una simple espiritualidad, o a un paisajismo de un labriego enamorado de su entorno. Se trató de un ser que llegó a demostrar su gran capacidad crítica a través de un quehacer intelectual obras que incluye historias, crónicas, geografía, biografías, y lingüística en su labor investigativa que es tan importante para Falcón. Benito Pérez Ramos en una nota sobre su primer libro “Agua en Totuma” señala algunos elementos sobre Juan de la Cruz Esteves: “Estudioso, disciplinado metódico, amante del progreso, sin alardes de vanidad mal infundada, corregidas las naturales fallas que a nadie escapan, a este poeta le reserva el porvenir momentos de merecidas satisfacciones”.
De manera que este cronista, biógrafo, promotor cultural y bardo de nuestra tierra, supo llevar adelante su quehacer intelectual en un ambiente fértil de palabras. Este escritor sin poses falsas y sin egocentrismo nos ha dado una gran lectura de nuestra historia paraguanera.
Todos saben de la palabra de Juan de la Cruz, quien cantó a la orilla del camino, desde el Buchual, escribió “Agua en Totuma”, su libro de poesía: bajo la lumbre solar/ canta el ave/enternecida/ y es la llanura florida/ un infinto cantar. En estos textos hay ese arraigo de la tierra, a las cosas que nos parecen insignificantes que provienen del encantamiento, porque la vivencia es un lugar que se nos hace sentimiento de identidad.
Desde El Hato/ sentado en la barranca/ en este atardecer maravilloso/ del paisaje un poema mi estro arranca/ y, oh Adícora, entre el limite anchuroso/ del mar y la sabana te asemejas/ con tus blancas casitas agrupadas/a un rebaño de tímidas ovejas/ por el viejo Nereo pastoreadas.
Y en el texto “Canto a Paraguaná”: el amarillo triste de las dunas/tristes, muy tristes de quedarse solas/ sin nada, sin lagartos y sin tunas.
Su poesía era una tinaja, y su sapiencia que le daba colorido al paisaje árido con ese pedazo de tierra de mar y de nubes. Juan de la Sed le daba florecimiento a los árboles secos de su jardín que habitaban en su corazón paraguanero. Su poesía atravesaba las ramas del cují y los cardones de lefaria; y en la fruta dulce del cardón está la palabra lírica de nuestro poeta que supo elevarla y cantarla como ese cardenal rojo de monte adentro, y nos corresponde a nosotros ser su destinatarios de ese sentimiento paraguanero.