Mérida, Marzo Sábado 22, 2025, 08:04 am
En los tiempos actuales, la familia como célula fundamental de la
sociedad, tal y como la hemos conocido, recibe desde distintos frentes presiones
que intentan desdibujar sus elementales
cimientos, esos que, no exentos de imperfecciones, han significado siempre
grandes atributos, que fueron las bases de la familia tradicional y que han
constituido lo que hoy somos: un cúmulo de historias, tradiciones, vivencias,
memoria, lecciones y aprendizajes,
éxitos y derrotas, victorias y logros, y en definitiva un crisol donde se
amalgama la vida, y desde donde se fortalecen las raíces genealógicas que vienen
desde tiempos perdidos y que nos dan la fuerza del linaje familiar del que siempre
nos podemos sentir orgullosos.
Todos tenemos una historia familiar y todas esas
historias con seguridad son fascinantes. Todos tenemos padres, abuelos,
bisabuelos, tatarabuelos, y así sucesivamente, antepasados por los caminos del
tiempo. Conocer esa ramificación temporal y espacial de la familia del pasado,
vista desde la actualidad, siempre será un ejercicio valioso en el que
encontraremos muchas respuestas y muchas insospechadas vivencias que han
constituido nuestro ADN familiar, que no es solo genético, sino también social
y cultural.
La historia de identidad familiar y la mágica fuente de
inspiración que nos ofrece el pasado de aquellos que nos precedieron, si no la
rescatamos, no la registramos, no la contamos, o no la escribimos, podemos
perderla, con lo que se perdería también el sustento de fuerza y empuje de esos
puntos de partida desde donde hemos venido, los cuales serán desconocidos y no
valorados por las actuales y futuras generaciones.
La importancia de escudriñar en nuestro pasado como
legado para las generaciones futuras, por una parte, encierra la búsqueda de
esclarecimientos a preguntas que nos hacemos con frecuencia como: ¿por qué nacimos
aquí?, ¿de dónde venimos?, ¿cómo eran nuestros antepasados?, ¿a qué se
dedicaron?, ¿cómo fue su vida?, ¿qué
hicieron con ella y cómo la vivieron?; son cuestionamientos de los cuales
siempre quisiéramos tener respuestas. Por otra parte, desempolvar la historia
familiar e intentar seguir sus caminos en el tiempo, significa también rendir
tributo a quienes nos antecedieron, reconocerles y agradecerles por los
esfuerzos que realizaron en su tiempo para abrir el sendero familiar que nos ha
traído hasta aquí.
Ese encontrarnos con la familia de la que venimos será
también una vía para viajar por la geografía del país y del mundo, para
encontrarnos en el tiempo con sabores, colores, música y culturas de distintas
partes, porque, por mucho que digamos que somos “oriundos de pura cepa" de
un lugar, en realidad todos somos inmigrantes, recientes o antiguos, pero casi
siempre inmigrantes.
En la escuela desde niños, muchos hicimos con curiosidad y orgullo
nuestros árboles genealógicos, que construimos con preguntas a los mayores. Los
nombres y los apellidos, las fechas, los lugares y los acontecimientos asociados
que recorrimos a lo largo de las ramas de ese árbol lo compartimos, no solo con
los maestros y los compañeros de clase, sino también con toda la familia. Pero
a pesar del interés del momento, con frecuencia
ese árbol genealógico se perdió en ese inmenso y frondoso bosque del
tiempo, al cual deberíamos volver, especialmente porque en esos árboles
genealógicos están contenidas las historias de la familia y del país.
En Venezuela las raíces de muchos de esos árboles están
en regiones del mundo como Europa, Asia y Latinoamérica, sin embargo, en los
momentos actuales, cuando diversas circunstancias han impulsado una
diáspora casi global, las ramificaciones
de nuestros árboles genealógicos alcanzan regiones desde donde muchos de
nuestros antepasados vinieron, e incluso más allá, significando también que la
venezolanidad se ha extendido de manera casi planetaria, llegando a los
rincones más apartados del mundo, como muy pocos países lo han experimentado en
las últimas décadas.
Esta particular circunstancia de país, le da a la
reconstrucción de la historia de familia mayor vigencia, necesidad e
importancia, especialmente porque las nuevas ramas de nuestra genealogía progresivamente
echan raíces en otras tierras, donde es muy probable que las nuevas generaciones
ya no tengan las referencias básicas de la tierra venezolana en la que por
siglos vivieron sus antepasados, hermoso
país que con el aporte de ellos llegó a construir un gentilicio y una identidad
venezolana que no deberíamos perder.
Como atletas de una carrera de relevo, llevamos la
posta o testigo que recibimos de los mayores por el tiempo que nos corresponda
estar en la pista, posta que tarde o temprano entregaremos a quienes nos
releven en esa inagotable e infinita carrera.
Por eso, tal y como lo hicieron los antepasados, también estamos
escribiendo una historia que ojalá sea de honor y de ejemplo para nuestros
descendientes.