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Memoria y Familia por Luis Alfonso Sandia Rondón

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Memoria y Familia por Luis Alfonso Sandia Rondón


En los tiempos actuales,  la familia como célula fundamental de la sociedad, tal y como la hemos conocido, recibe desde distintos frentes presiones que intentan desdibujar sus  elementales cimientos, esos que, no exentos de imperfecciones, han significado siempre grandes atributos, que fueron las bases de la familia tradicional y que han constituido lo que hoy somos: un cúmulo de historias, tradiciones, vivencias, memoria,   lecciones y aprendizajes, éxitos y derrotas, victorias y logros, y en definitiva un crisol donde se amalgama la vida, y desde donde se fortalecen las raíces genealógicas que vienen desde tiempos perdidos y que nos dan la fuerza del linaje familiar del que siempre nos podemos sentir orgullosos.

Todos tenemos una historia familiar y todas esas historias con seguridad son fascinantes. Todos tenemos padres, abuelos, bisabuelos, tatarabuelos, y así sucesivamente, antepasados por los caminos del tiempo. Conocer esa ramificación temporal y espacial de la familia del pasado, vista desde la actualidad, siempre será un ejercicio valioso en el que encontraremos muchas respuestas y muchas insospechadas vivencias que han constituido nuestro ADN familiar, que no es solo genético, sino también social y cultural.  

La historia de identidad familiar y la mágica fuente de inspiración que nos ofrece el pasado de aquellos que nos precedieron, si no la rescatamos, no la registramos, no la contamos, o no la escribimos, podemos perderla, con lo que se perdería también el sustento de fuerza y empuje de esos puntos de partida desde donde hemos venido, los cuales serán desconocidos y no valorados por las actuales y futuras generaciones.

La importancia de escudriñar en nuestro pasado como legado para las generaciones futuras, por una parte, encierra la búsqueda de esclarecimientos a preguntas que nos hacemos con frecuencia como: ¿por qué nacimos aquí?, ¿de dónde venimos?, ¿cómo eran nuestros antepasados?, ¿a qué se dedicaron?, ¿cómo fue su vida?,  ¿qué hicieron con ella y cómo la vivieron?; son cuestionamientos de los cuales siempre quisiéramos tener respuestas. Por otra parte, desempolvar la historia familiar e intentar seguir sus caminos en el tiempo, significa también rendir tributo a quienes nos antecedieron, reconocerles y agradecerles por los esfuerzos que realizaron en su tiempo para abrir el sendero familiar que nos ha traído hasta aquí. 

Ese encontrarnos con la familia de la que venimos será también una vía para viajar por la geografía del país y del mundo, para encontrarnos en el tiempo con sabores, colores, música y culturas de distintas partes, porque, por mucho que digamos que somos “oriundos de pura cepa" de un lugar, en realidad todos somos inmigrantes, recientes o antiguos, pero casi siempre inmigrantes.

En la escuela desde niños,  muchos hicimos con curiosidad y orgullo nuestros árboles genealógicos, que construimos con preguntas a los mayores. Los nombres y los apellidos, las fechas, los lugares y los acontecimientos asociados que recorrimos a lo largo de las ramas de ese árbol lo compartimos, no solo con los maestros y los compañeros de clase, sino también con toda la familia. Pero a pesar del interés del momento, con frecuencia  ese árbol genealógico se perdió en ese inmenso y frondoso bosque del tiempo, al cual deberíamos volver, especialmente porque en esos árboles genealógicos están contenidas las historias de la familia y del país.

En Venezuela las raíces de muchos de esos árboles están en regiones del mundo como Europa, Asia y Latinoamérica, sin embargo, en los momentos actuales, cuando diversas circunstancias han impulsado una diáspora  casi global, las ramificaciones de nuestros árboles genealógicos alcanzan regiones desde donde muchos de nuestros antepasados vinieron, e incluso más allá, significando también que la venezolanidad se ha extendido de manera casi planetaria, llegando a los rincones más apartados del mundo, como muy pocos países lo han experimentado en las últimas décadas.

Esta particular circunstancia de país, le da a la reconstrucción de la historia de familia mayor vigencia, necesidad e importancia, especialmente porque las nuevas ramas de nuestra genealogía progresivamente echan raíces en otras tierras, donde es muy probable que las nuevas generaciones ya no tengan las referencias básicas de la tierra venezolana en la que por siglos vivieron sus antepasados,  hermoso país que con el aporte de ellos llegó a construir un gentilicio y una identidad venezolana que no deberíamos perder.

Como atletas de una carrera de relevo, llevamos la posta o testigo que recibimos de los mayores por el tiempo que nos corresponda estar en la pista, posta que tarde o temprano entregaremos a quienes nos releven en esa inagotable e infinita carrera.  Por eso, tal y como lo hicieron los antepasados, también estamos escribiendo una historia que ojalá sea de honor y de ejemplo para nuestros descendientes.





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