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“El pesebre en Venezuela, tradición y fe” por Padre Edduar Molina

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“El pesebre en Venezuela, tradición y fe” por Padre Edduar Molina


Las referencias documentales más antiguas se trasladan a la Capitanía General de la Provincia de Venezuela de 1777. Según las investigaciones de José Antonio Calcaño “…los nacimientos eran otra cosa y, en un principio, se representaron en Caracas con muñecos y no con personas. No sabemos si eran propiamente marionetas articuladas pero, en todo caso, las manejaban desde adentro. Un testigo presencial dice: que “el Misterio de la Anunciación del Divino Verbo, su Encarnación y Nacimiento lo representaban con enormes figuras de bulto, cuyos movimientos eran acompañados de viva voz por los que la manejaban situados debajo del altar o tablas”. El tablado estaba ordinariamente dividido en cuatro secciones, que representaban la casa de la Santísima Virgen, el Templo de Jerusalén, el Portal de Belén y la casa de Zacarías. Las figuras estaban vestidas con los mejores adornos.

Entrado el siglo XX se generalizó por todo el territorio venezolano pero, especialmente, en la región andina la práctica de la Navidad, el recorrido público con la imagen del niño Jesús, o bien de la Sagrada Familia en hombros de los fieles tuvo una importancia superlativa. La historia más reciente nos ofrece abundancia en testimonio de destacados autores venezolanos que evocan los pesebres de sus tempranos recuerdos, como elemento vertebral de las fiestas navideñas. Es el caso de la Crónica iluminada sobre pesebres que se ubica en el año de 1926 en las poblaciones Cuicas, estado Trujillo y en Carora, estado Lara.

Nuestros campesinos de las Lomas de Mérida, son creadores de numerosos estilos de pesebres, verdaderas manos artísticas que dan forma a las contorneadas figuras. El armazón del pesebre tiene como fundamento una troja o plataforma construida con palos grandes atados con cabuyas, que sirve de base a todos los adornos del pesebre y también al arco, casi siempre recubierta con “matas de chorrito”, “flor de majagua” y “flor de anime”, ésta, a decir de ellos, tiene una curiosidad, pues florece precisamente en los días de Navidad y sirve para adornar el Pesebre del Niño.

De igual forma, en las zonas rurales de estado Mérida, destacan otras dos características del pesebre: El Arco y el Alumbrado. El arco consiste en una estructura de madera formada por tres o más postes largos, que son amarrados con cabuyas, que nuestros campesinos colocan en la parte delantera del pesebre. Esta estructura de madera esta revestida con ramas de cínaro, “gusanillo de monte” y barbas de ceibo. Alrededor es estos palos atan los diversos productos naturales de la región, especialmente frutas de diversas clases. El arco se construye el 24 de diciembre y está en exhibición unos ocho días, durante los cuales se reparten los frutos entre los visitantes y se consumen en la misma casa. Luego renuevan las frutas dos o tres veces más de manera que el último arco corresponda con la Paradura.

El alumbrado corresponde a una ofrenda de velas encendidas que nuestros campesinos hacen al Niño Jesús y se enciende todas las noches, desde el día en que se pone el pesebre sobre rústicos candeleros de barro o cualquier otro material apropiado.

Las velas son de esperma o de cera, casi nunca de cebo y esto dura hasta el día de la Candelaria.

A ochocientos años del primer pesebre en el Greccio, hoy sigue resonando en las montañas andinas la experiencia de fe y tradición del pesebre, toda una “Biblia abierta” y un “catecismo simplificado”, pero también, es la muestra del plan amoroso de Dios en una humanidad que necesita aprender de la simplicidad y esencialidad de la vida, no le hizo falta a Dios tantas cosas para venir y al mundo y hacer feliz a una humanidad que vio una luz en las tinieblas.

 

Mérida, 15 de diciembre de 2024





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