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“Jubileo de la esperanza” por Padre Edduar Molina

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“Jubileo de la esperanza” por Padre Edduar Molina


Bajo el lema “Peregrinos de la esperanza”, hemos aperturado este nuevo jubileo en la Iglesia, con la apertura de la Puerta Santa de la basílica de San Pedro, la nochebuena de 2024, tiempo privilegiado de gracia para los cristianos y para todos los hombres y mujeres de buena voluntad, para la renovación de la fe, para “silenciar las armas y superar las divisiones”, para que vuelva a resonar con fuerza en nuestros corazones las palabras de Jesús: “la esperanza no defrauda” (Rom 5,5).

El término “jubileo” procede de la palabra hebrea “yôbel”, que significa “carnero”, pues el Año Jubilar empezaba el día de la Expiación se aperturaba con un toque de trompeta fabricado, en principio, con el cuerno de un carnero. La institución del jubileo en las Sagradas Escrituras la encontramos en el libro del Levítico (Lv 25,8-17.28.30-33), establecido como tiempo de liberación de propiedades para que vuelvan a sus antiguos propietarios, junto a la liberación de esclavos, un volver a comenzar en paz y justicia con todos.

En la historia de la Iglesia los jubileos han sido tiempos en lo que se ha manifestado en plenitud la gracia del perdón concedida a los fieles de un modo nuevo y especial. Así por ejemplo el “perdón” de Celestino V en 1294, y aún antes, en 1216, la gracia jubilar solicitada por san Francisco a Honorio III para la Porciúncula, así como la de 1122 por Calixto II para la peregrinación a Santiago de Compostela. Inicialmente, el Jubileo se celebraba cada 100 años, reduciéndose posteriormente a 50 en 1343 por Clemente VI y a 25 en 1470 por Pablo II. También ha habido Jubileos extraordinarios: en 1933, el convocado por Pío XI para el aniversario de la Redención y retomado en 1983 por Juan Pablo II; el de 2015 por Francisco, para “encontrar el ‘Rostro de la Misericordia’ de Dios”, en el 50 aniversario del Vaticano II.

Los jubileos están acompañados por signos visibles de fe como la “peregrinación” a Roma para venerar las tumbas de los apóstoles en las basílicas de San Pedro y San Pablo. En 1350 se añadieron también las basílicas de Letrán, Santa María la Mayor y San Lorenzo Extramuros. Más tarde, se añadió otro signo, el de la Puerta Santa, posiblemente instituido por Sixto IV o Alejandro VI. Esta “puerta de salvación” indica un encuentro vivo y personal con Cristo (Jn 10, 7-9).

Una novedad surge con el Papa Francisco, en la celebración de los jubileos, al anteponer un centro penitenciario a otros templos jubilares de referencia en la capital italiana, revela que la esperanza no es una mera ilusión sentimentaloide y vacía que se queda solo en un rito externo. Al contrario, es esperar pasa por confiar en el presente y en el futuro en medio de la adversidad y contra todo pronóstico, en un contexto de privación de la libertad, como el de una prisión. 

Al entrar el jubileo “entre las rejas de una cárcel”, la Iglesia en salida nos invita a redescubrir los nuevos espacios para la esperanza, para ejercitar la misericordia en los rostros concretos de los migrantes, los ancianos, los jóvenes, los niños.  No hay excusas para que esa gracia derramada se arrincone como si se tratase de una edición limitada o se dosifique en pequeños pañitos de agua tibia, el Jubileo 2025, proclamado como un tiempo de gracia y reconciliación, invita a los fieles a redescubrir la primacía de Dios en sus vidas, a vivir la misericordia como expresión de la justicia divina y a comprometerse con la construcción de un mundo más justo.

Es el momento de tomar conciencia que la esperanza en y desde Jesús de Nazaret solo será resucitadora si genera una conversión interior que se traduzca en un compromiso para transformar la realidad cercana y lejana. Peregrinar en esperanza no puede confundirse con un ejercicio de turismo de un optimismo pasajero.

En nuestra Arquidiócesis de Mérida, hemos dado aperturado el año jubilar con motivo del cierre de los 500 años del nacimiento de san Benito de Palermo, en la Basílica Catedral el pasado 28 de diciembre de 2024, también se contará con una rica y variada programación que nos llevará a vivir en profundidad, en cada parroquia, en cada zona pastoral y en toda la Iglesia merideña, este año de gracia y renovación espiritual.

Se nos propone realizar algunas actividades que nos lleven a vivir la esperanza jubilar como la oración y reflexión personal, la lectura espiritual, la Peregrinación personal a un santuario o lugar de importancia religiosa cercano a nuestra comunidad, la participación en los sacramentos, en los grupos de oración y estudio bíblico, junto al aporte como voluntariado, para ofrecer nuestro tiempo y talento para ayudar a las personas más necesitadas, ya sea en la parroquia, comunidad o en organizaciones caritativas. Vivamos de una manera diferente el jubileo 2025, confiando en que el Señor Jesús, maestro de esperanza, está siempre en nuestras vidas.

 

Mérida, 12 de enero de 2025.





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